Cuando la casualidad empuja
Andaba desde ayer dándole vueltas a dos posibles artículos. Uno de ellos versaría (versará, espero) sobre el los cambios que el movimiento de los Blogs, Podcasts y Videocasts están significando con respecto a la democratización de la sociedad y a la modificación de las pautas tradicionales de información. El segundo, un poco más atemporal, quería dedicarlo a poner en el papel (que eufemismo, en realidad en el monitor de mis lectores) algunas reflexiones que he venido realizando en los últimos tiempos, en los que me he dedicado con fruicción a leer historia.
Una de esas reflexiones era la caducidad. Hasta ahora, con excepción hecha de nuestra propia existencia, todas las obras humanas han caducado, han muerto: las civilizaciones, muchas más de las que pensaba hace tan sólo 25 años colapsan, los imperios se desmoronan, los sistemas ecnómicos se suceden... Y, sin embargo, nosotros nos seguimos comportando con la actitud del que se piensa infalible.
Pues bien, acabo de leer en El País un artículo de Timoty Garton Ash titulado "El titán cansado" en el que apoya la hipótesis de que el imperio tácito de Estados Unbido está llegando a su fin, lo que apoya en una comparativa con el Imperio Británico allá por 1902, su guerra de los Boers, y las potencias emergentes de Alemania y Estados Unidos. El nuevo imperio tiene su guerra de Irak, y las potencias emergentes son China y la India. Siempre he pensado que la historia no se repite y que si los hechos se han desarrollado de una determinada manera en el pasado, ello no significa que situaciones similares (nunca iguales) produzcan los mismos resultados. Así que, en esencia no comparto los motivos del señor Ash, aunque si que estoy de acuerdo con él en que EE.UU. es un imperio maduro y que las potencias emergentes son las que él cita. Pero eso sería así hasta sin guerra de Irak.
Por otro lado, el movimiento de fondo es incluso más profundo. No sólo estamos asistendo al fin de un imperio, es posible que también al de un modelo de civilización, basado hoy más que nunca en la explotación sistemática de los recursos naturales. Nuestro modelo social es la imagen de nuestro modelo económico y éste hace mucho tiempo que olvidó que los bienes libres no lo son tanto y que ni siquiera el aire sale gratis en términos de sostenibilidad. Desde hace años me pregunto ¿podrá soportar el planeta 2.500 millones de coches más (en India y China), o simplemente 2.500 millones de nuevos hogares con electricidad? Mi optimismo tecnológico quiere creer que si, pero cada día me parece más fútil esa creencia.
En fin, la marcha que ha tomado la humanidad se me asemeja cada día más a la de una columna interminable de lemmings que avanzan hasta el mar, irremediablemente, irreversiblemente...
Una de esas reflexiones era la caducidad. Hasta ahora, con excepción hecha de nuestra propia existencia, todas las obras humanas han caducado, han muerto: las civilizaciones, muchas más de las que pensaba hace tan sólo 25 años colapsan, los imperios se desmoronan, los sistemas ecnómicos se suceden... Y, sin embargo, nosotros nos seguimos comportando con la actitud del que se piensa infalible.
Pues bien, acabo de leer en El País un artículo de Timoty Garton Ash titulado "El titán cansado" en el que apoya la hipótesis de que el imperio tácito de Estados Unbido está llegando a su fin, lo que apoya en una comparativa con el Imperio Británico allá por 1902, su guerra de los Boers, y las potencias emergentes de Alemania y Estados Unidos. El nuevo imperio tiene su guerra de Irak, y las potencias emergentes son China y la India. Siempre he pensado que la historia no se repite y que si los hechos se han desarrollado de una determinada manera en el pasado, ello no significa que situaciones similares (nunca iguales) produzcan los mismos resultados. Así que, en esencia no comparto los motivos del señor Ash, aunque si que estoy de acuerdo con él en que EE.UU. es un imperio maduro y que las potencias emergentes son las que él cita. Pero eso sería así hasta sin guerra de Irak.
Por otro lado, el movimiento de fondo es incluso más profundo. No sólo estamos asistendo al fin de un imperio, es posible que también al de un modelo de civilización, basado hoy más que nunca en la explotación sistemática de los recursos naturales. Nuestro modelo social es la imagen de nuestro modelo económico y éste hace mucho tiempo que olvidó que los bienes libres no lo son tanto y que ni siquiera el aire sale gratis en términos de sostenibilidad. Desde hace años me pregunto ¿podrá soportar el planeta 2.500 millones de coches más (en India y China), o simplemente 2.500 millones de nuevos hogares con electricidad? Mi optimismo tecnológico quiere creer que si, pero cada día me parece más fútil esa creencia.
En fin, la marcha que ha tomado la humanidad se me asemeja cada día más a la de una columna interminable de lemmings que avanzan hasta el mar, irremediablemente, irreversiblemente...
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