La inmigración en Almería
Hace unos días me pidió un amigo periodista a bocajarro que le escribiera un par de folios sobre la inmigración y su papel económico en la provincia de Almería. Le advertí que ese no es mi tema, pero él insistió por favor y para ayer... Fueron dos folios justos.
En Almería nos hemos acostumbrados a los cambios. Y a los cambios bruscos, por lo que el ajeno a esta provincia no suele fijarse en la evolución, en la trayectoria, en el punto de partida y los almerienses tampoco solemos esforzarnos en hacerlo ver. También en materia de inmigración. Esta provincia, que entre 1910 y 1981 perdió una cifra de población equivalente al 95% del censo del primer año referenciado, pasó a partir de la década de los 80 a ser una provincia receptora de población y, desde mediados de los 90 a serlo de población inmigrante. Y este proceso ha sido tan rápido que se está a punto de alcanzar el 10% de población de origen extranjero en la provincia.
Por otro lado, esta realidad, que según la última rectificación padronal engloba a 66.181 personas encierra también diversas realidades. Y es que junto con la existencia de una inmigración de marcado sentido laboral, procedente de países con menor renta per cápita que España, asistimos en los últimos tiempos a la emergencia de una inmigración de carácter residencial, protagonizada principalmente por británicos y que lejos del tópico del jubilado, incluye a familias enteras.
Otro importante cambio que se ha venido produciendo en los últimos años ha sido la creciente feminización del contingente migratorio. En los primeros años, refiriéndonos ya a la inmigración laboral, la mayoría de los incorporados eran hombres, de origen magrebí y, más especialmente, marroquí. El efecto se podía evidenciar en la mera observación de la pirámide de población de la provincia, que lucía allá por 1999 una evidente protuberancia en el lado de los hombres en edad de trabajar. A día de hoy, esa protuberancia aún perdura pero es mucho menos evidente que hace 6 años, fruto de un doble proceso de reagrupamiento familiar y de una inmigración femenina con incidencia en determinadas zonas de emisión.
Por el lado de la inserción laboral, las circunstancias se han modificado, como no podía ser de otra forma en esta provincia, de forma acelerada. Inicialmente, la mayor parte del contingente se colocaba en las labores agrícolas que, en su proceso hacia la profesionalización de la gestión y por la incorporación de las segundas y terceras generaciones a otros sectores, presentaba unas condiciones inmejorables para ser la puerta de entrada: escasos requerimientos formativos, gran oferta de empleo y, por qué no decirlo, un mercado informal pero dinámico que permitía una rápida contratación de los recién llegados, tuvieran o no papeles.
El cambio en las condiciones legales, la mayor rigidez de la administración en los asuntos de inmigración ilegal y la propia dinámica económica de la provincia ha posibilitado que el ámbito de inserción de los inmigrantes hoy sea mucho más amplio que inicialmente. Además de la agricultura, que sigue actuando como puerta de entrada, los inmigrantes trabajan hoy en la industria y los servicios auxiliares de la agricultura, en el servicio doméstico, en la construcción (cuyo boom ha sido tal que actualmente aporta el 20% del empleo total provincial), en el comercio, en la hostelería… Asimismo, y confirmando las tesis que apuntan a que las primeras cohortes de emigrantes poseen una menor aversión al riesgo, se han convertido en uno de los colectivos más dinámicos a la hora de crear empresas, muchas para dar servicio a sus propias comunidades, pero también con objetivos comerciales mucho más amplios.
El reagrupamiento familiar y el fenómeno de la inmigración residencial está generando una enorme presión sobre los servicios públicos, sobre todo sobre la sanidad y sobre la educación. El segundo, por su papel protagonista en la integración de los extranjeros se encuentra desguarnecido ante alumnos que se escolarizan en función de su edad y que no entienden el idioma, o no alcanzan los niveles medios requeridos en nuestro sistema. Y el problema se acentúa en la medida que vamos escalando hacia arriba en el sistema escolar, de forma que en la ESO se junta con la negativa de los chicos a estudiar, cuando preferirían estar trabajando o cuando la familia les exigen que trabajen.
Las repercusiones de esta situación son las ya sabidas, muchos ciudadanos autóctonos se sienten desplazados, atemorizados o directamente agredidos por un fenómeno que se ha producido en un muy escaso lapso de tiempo y muy concentrado geográficamente en la franja litoral. Y algunos de ellos rechazan la situación. Sin embargo, el proceso ha alcanzado ya tal velocidad y volumen que la realidad acabará imponiéndose y Almería se convertirá en una sociedad multicultural, o simplemente, no será.
En Almería nos hemos acostumbrados a los cambios. Y a los cambios bruscos, por lo que el ajeno a esta provincia no suele fijarse en la evolución, en la trayectoria, en el punto de partida y los almerienses tampoco solemos esforzarnos en hacerlo ver. También en materia de inmigración. Esta provincia, que entre 1910 y 1981 perdió una cifra de población equivalente al 95% del censo del primer año referenciado, pasó a partir de la década de los 80 a ser una provincia receptora de población y, desde mediados de los 90 a serlo de población inmigrante. Y este proceso ha sido tan rápido que se está a punto de alcanzar el 10% de población de origen extranjero en la provincia.
Por otro lado, esta realidad, que según la última rectificación padronal engloba a 66.181 personas encierra también diversas realidades. Y es que junto con la existencia de una inmigración de marcado sentido laboral, procedente de países con menor renta per cápita que España, asistimos en los últimos tiempos a la emergencia de una inmigración de carácter residencial, protagonizada principalmente por británicos y que lejos del tópico del jubilado, incluye a familias enteras.
Otro importante cambio que se ha venido produciendo en los últimos años ha sido la creciente feminización del contingente migratorio. En los primeros años, refiriéndonos ya a la inmigración laboral, la mayoría de los incorporados eran hombres, de origen magrebí y, más especialmente, marroquí. El efecto se podía evidenciar en la mera observación de la pirámide de población de la provincia, que lucía allá por 1999 una evidente protuberancia en el lado de los hombres en edad de trabajar. A día de hoy, esa protuberancia aún perdura pero es mucho menos evidente que hace 6 años, fruto de un doble proceso de reagrupamiento familiar y de una inmigración femenina con incidencia en determinadas zonas de emisión.
Por el lado de la inserción laboral, las circunstancias se han modificado, como no podía ser de otra forma en esta provincia, de forma acelerada. Inicialmente, la mayor parte del contingente se colocaba en las labores agrícolas que, en su proceso hacia la profesionalización de la gestión y por la incorporación de las segundas y terceras generaciones a otros sectores, presentaba unas condiciones inmejorables para ser la puerta de entrada: escasos requerimientos formativos, gran oferta de empleo y, por qué no decirlo, un mercado informal pero dinámico que permitía una rápida contratación de los recién llegados, tuvieran o no papeles.
El cambio en las condiciones legales, la mayor rigidez de la administración en los asuntos de inmigración ilegal y la propia dinámica económica de la provincia ha posibilitado que el ámbito de inserción de los inmigrantes hoy sea mucho más amplio que inicialmente. Además de la agricultura, que sigue actuando como puerta de entrada, los inmigrantes trabajan hoy en la industria y los servicios auxiliares de la agricultura, en el servicio doméstico, en la construcción (cuyo boom ha sido tal que actualmente aporta el 20% del empleo total provincial), en el comercio, en la hostelería… Asimismo, y confirmando las tesis que apuntan a que las primeras cohortes de emigrantes poseen una menor aversión al riesgo, se han convertido en uno de los colectivos más dinámicos a la hora de crear empresas, muchas para dar servicio a sus propias comunidades, pero también con objetivos comerciales mucho más amplios.
El reagrupamiento familiar y el fenómeno de la inmigración residencial está generando una enorme presión sobre los servicios públicos, sobre todo sobre la sanidad y sobre la educación. El segundo, por su papel protagonista en la integración de los extranjeros se encuentra desguarnecido ante alumnos que se escolarizan en función de su edad y que no entienden el idioma, o no alcanzan los niveles medios requeridos en nuestro sistema. Y el problema se acentúa en la medida que vamos escalando hacia arriba en el sistema escolar, de forma que en la ESO se junta con la negativa de los chicos a estudiar, cuando preferirían estar trabajando o cuando la familia les exigen que trabajen.
Las repercusiones de esta situación son las ya sabidas, muchos ciudadanos autóctonos se sienten desplazados, atemorizados o directamente agredidos por un fenómeno que se ha producido en un muy escaso lapso de tiempo y muy concentrado geográficamente en la franja litoral. Y algunos de ellos rechazan la situación. Sin embargo, el proceso ha alcanzado ya tal velocidad y volumen que la realidad acabará imponiéndose y Almería se convertirá en una sociedad multicultural, o simplemente, no será.
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