Dios es economista

Llevo años dándole vueltas a un tema de tesis. Y, por fin, fruto de mi educación católica, de mi profundo ateismo, de mi afición por la biología, de mi gusto por la economía crítica, de un exceso alcohólico y de la falta de sueño, me he topado con EL TEMA. Ni Santo Tomás se atrevió a tanto…
No es broma, después de terminar de leer estas líneas seguro que acabais pensando como yo. Me propongo demostrar con argumentos incontrovertibles la verdad que titula este artículo. Como prueba del poder de estos razonamientos que os voy a exponer, estoy pensando en cambiar mi vocación atea y volver a creer. Claro que no será precisamente ni en el Dios católico, ni en el musulman, ni en el hebreo (por mucho que a algunos creyentes de esta advocación les resultara muy normal lo que voy a decir).
Es más, si me apurais, y rozando el delirium tremens, se podría afirmar que los españoles más parecidos a Dios son los catalanes. Aunque comprendo que me estoy ganando la excomunión con esto... O la expulsión de los clubes sociales a los que pertenezco (círculo de lectores, básicamente). Empecemos por el principio de los tiempos, lo cual resulta extremadamente oportuno en este caso y supone un paralelismo curioso con Manolito Gafotas (todas las fuentes de sabiduría están interconectadas). Independientemente de que fuera Dios o la Ley de la Gravitación Universal el causante del Big Bang, podríamos llegar al acuerdo de que uno de los hilos que mantienen unido y en expansión este Universo es la energía. Y, por tanto, en el caso de que Dios existiese, él tendría que haber sido el inventor de ésta.
Por otro lado, la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. ¡Anda tú, cómo el dinero! Ni se crea ni se destruye, se transforma en bienes y servicios que son adquiridos por las familias o en pagos de rentas por el uso de los recursos productivos por parte de las empresas. Bien es cierto que los monetaristas dirían que existe una cosa llamada dinero bancario y que uno de los pilares de su teoría es precisamente el proceso de creación del mismo. Pero eso son minucias que no vienen a cuento ahora y que resultan complejas de explicar. (Sin mencionar que estropearían esta preciosa teoría antes de terminar de exponerla; así que recurriremos al método científico, ¿quién me dice a mi que los monetaristas no están equivocados? Así que a joderse los monetaristas).
En este punto podemos comenzar a pensar en la energía como la moneda de cuenta del Universo y en Dios como en el Banquero que tiene a bien conceder a los planetas distintas cantidades de energía (dinero) para el transcurrir de la vida (o de la no vida).
Hasta aquí todo podría parecer una casualidad. Pero, mira por dónde, si nos fijamos detenidamente podremos comprobar que la naturaleza se comporta de forma que tiende a ahorrar energía, exactamente igual que haría un economista con el dinero. Por ejemplo, es difícil que un león de la sabana se plantee atacar a una presa con la que gastará más energía de la que obtendrá de ella. Sería un absurdo, tan absurdo cómo invertir dinero en una empresa en la que sistemáticamente los gastos sean superiores a los ingresos. De existir, esa empresa se iría a pique tarde o temprano. Si nuestro león se empeñara en cazar gacelas más veloces que él una y otra vez acabaría mueriendo de hambre. Los físicos e ingenieros comenzarán a vislumbrar en este punto la segunda ley de la termodinámica o Ley de la Entropía. Ley que tiene su conversión económica en el concepto de multiplicador del gasto público o más directamente en la Ley de los Rendimientos Marginales Decrecientes.
Esta manera de ordenar el universo no deja de ser curiosa y se parece a la que cualquier economista criado en la gran manga ancha de la teoría general, llevaría a cabo. Así que, una de dos, o Dios existe y es economista, o no existe y una empresa multiplanetaria gestiona nuestro universo. Y puestos a elegir, prefiero lo primero.
¿Creeis que sería buena idea montar la IDEA (Iglesia del Dios Economista Acaparador)? Por lo que a mi respecta, una vez expuesto a la excomunión, me parece que si el movimiento triunfa podría llegar el día en el que las romerías y procesiones pagaran por derechos de autor, ¿qué no?

Comentarios

  1. Anónimo1:58 p. m.

    Aunque no al 100%, tiene Ud. mucha razón en su planteamiento.
    "Al principio Dios geometrizó"
    No obstante, quisiera aclararle un poco mas sus ideas:
    Cualquier componente del Universo es energía, el Universo en su totalidad es energía, toda la energía del Universo es lo que llamamos Dios.
    El dios que encasillamos, al que hacemos de nuestra propiedad, al que le ponemos calificativos, al que atribuimos la facultad de castigar o premiar, etc. no es Dios.
    Existen una serie de leyes fundamentales e inmutables que rigen e interconectan TODO CUANTO EXISTE en este Universo Dios, algunas de ellas las conoce Ud. muy bién, de hecho las expone magníficamente en su artículo.
    Le felicito.

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  2. Gracias por el comentario, pero encuentro un "pero" en todo el razonamiento, de principio: Dios no existe, es sólo la respuesta a nuestro desconocimiento y a nuestros miedos. Por otro lado no sé hasta que punto la materia es materia y no sólo energía (no soy físico).
    En el resto de su comentario, absolutamente de acuerdo, y son esas leyes las que alimentan la creencia en un Dios.

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  3. Anónimo11:53 a. m.

    Me ha parecido curiosa la teoría, me recuerda a "La religión del capital" de Paul Lafargue.

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  4. La idea se me ocurrió hace años, cuando andaba buscando un tema de tesis en el procelos mundo de la economía ambiental (decantándome por la economía ecológica). La cosa es que siendo mi vocación primaria la de biólogo era lo más natural En mis primeras lectura me topé con Margalef (ecólogo) citando a Marshall (premio nóbel de economía): "La biología es la ciencia más cercana a la economía". Eso me llevó a pensar en la energía como "medio de pago" universal, de ahí pasé a Passet y las relaciones de la economía con la termodinámica. Finalmente, la tesis se quedó en el camino, pero no las ideas. Y esto es un entretenimiento a medio camino de la provocación.

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