Más y más
La Unión sonaba en mi iPod: cabalgando en la pasión; deseo más y más, vamos nena hasta el final... Entonces mis ojos se cruzaron con los suyos. El vaivén del vagón nos había obligado a mirarnos esa primera vez. Luego, cada pocos segundos, yo volvía a mirarla, y ella seguía observandome, desnudándome con sus pupilas, pensé. Ella se bajó en García Noblejas y yo seguí hasta Pitis. Cuando, al llegar a casa, Ana me dio el beso de costumbre, mis labios aprovecharon la ocasión y resbalaron hasta su cuello, bajaron por sus brazos y volvieron a su boca. Ana, sorprendida, respondió clavando sus uñas en mi espalda. Yo seguía viendo aquellas pupilas que se me cruzaron en el metro...