De cómo Internet cambió mi vida [Var]
Este artículo ha sido mandado a La Voz de Almería.
Y no es una exageración. De verdad. Muchos aspectos de mi vida han cambiado desde que supe de la existencia de Internet allá por el año 1994 ó 1995. Por entonces yo tenía un Apple Performa 6200 y un módem que usaba para intercambiar archivos y acceder a bases de datos. Un amigo me dio una clave de acceso y un número de teléfono de un ISP y merced a los CD que venían en las revistas me hice con el softwae necesario. En aquellos momentos ni siquiera existía la world wide web (o yo no sabía de su existencia). La primera utilidad que usé creo que fue el FTP. Me permitió acceder a archivos alojados en servidores remotos y a programas de comunicaciones gratuitos como el Netscape Navigator. Luego usé Gopher (muy poco tiempo, ya que de pronto emergió la WWW) y el correo electrónico.
Poco a poco la web fue concentrando cada vez más y más información, hasta el punto de hacer necesario el uso de buscadores (mi favoritos de entonces era Yahoo). Hoy, mi trabajo depende en gran medida de la red. Es mi principal fuente de información, allí publican la mayor parte de las instituciones las estadísticas que nosotros usamos para nuestros análisis. También se encuentra en la red una gran parte de la literatura científica, así como la mayor parte de los medios de información económica. Asimismo, el producto de nuestro trabajo es volcado a la red en cuanto está terminado. Esto nos ha permitido ampliar el número de nuestros estudios y reducir al máximo los costes de distribución.
El correo electrónico, por otra parte, se ha transformado en una herramienta de comunicación primordial. A través de él se puede asistir en las listas de distribución a jugosos debates, o a los anuncios de nuevas publicaciones. O se puede intercambiar información de forma rápida, siempre que uno sepa luchar contra la plaga del correo basura (spam). A través del correo recibo anuncios, presupuestos, listas de distribución, resúmenes de prensa, consultas sobre infinidad de detalles de la economía, preguntas de los alumnos de la universidad, etc.
Últimamente he descubierto una nueva utilidad, los blogs o bitácoras (me gusta más ese nombre, de raiz más navegante), a través de los cuales es posible recibir información (muchos medios de comunicación en Internet son, en esencia, bitácoras) y, lo que es más importante, conocer la opinión de los lectores.
Eso en el trabajo, pero es que en el resto de los aspectos de mi vida, Internet ha ido ganando peso. Por ejemplo, hace ya dos años que no compro música en las tiendas de discos: acudo a las tiendas en línea y compro sólo las canciones que me gustan. Pero es que en lugar de la radio, escucho podcasts (programas de radio en mp3) de la más diversa índole, leo la prensa a través de la red y la opinión la busco en las bitácoras. Mis últimos dos ordenadores los he comprado a través de Internet, mis viajes los organizo consultando la red y cuando alguna noticia o tema me llama la atención uso la red para ampliar mi información.
Antes hablaba con mis padres por teléfono todas las semanas, ahora hacemos videoconferencia con la webcam y así pueden ver cómo van creciendo sus nietos; las fotos familiares las compartimos a través de la red con la familia y los amigos y ya no escribo cartas, escribo correos electrónicos largos.
Antes escribía cientos de folios al año, la mayor parte de los cuales terminaba perdiendo, hoy escribo directamente en mi bitácora, dónde están archivados por orden cronológico y por temas, con el aliciente de que las críticas y los lectores pueden llegar desde los lugares más lejanos del planeta. Así está escrito este artículo, sin ir más lejos.
En líneas generales, la red ha ido ganando peso en mi vida, hasta el punto de convertirme en candidato al síndrome del túnel carpiano de tanto darle al ratón y al teclado.
Y hoy voy a dar un paso más en la involucración de mi vida con Intenet. A partir de este artículo, incluiré en todos los que vengan después (siempre que lo permitan los editores) un enlace al texto en mi blog, para que los lectores que lo deseen puedan mostrarme su opinión sobre el tema, ya sea a favor o en contra.
Y no es una exageración. De verdad. Muchos aspectos de mi vida han cambiado desde que supe de la existencia de Internet allá por el año 1994 ó 1995. Por entonces yo tenía un Apple Performa 6200 y un módem que usaba para intercambiar archivos y acceder a bases de datos. Un amigo me dio una clave de acceso y un número de teléfono de un ISP y merced a los CD que venían en las revistas me hice con el softwae necesario. En aquellos momentos ni siquiera existía la world wide web (o yo no sabía de su existencia). La primera utilidad que usé creo que fue el FTP. Me permitió acceder a archivos alojados en servidores remotos y a programas de comunicaciones gratuitos como el Netscape Navigator. Luego usé Gopher (muy poco tiempo, ya que de pronto emergió la WWW) y el correo electrónico.
Poco a poco la web fue concentrando cada vez más y más información, hasta el punto de hacer necesario el uso de buscadores (mi favoritos de entonces era Yahoo). Hoy, mi trabajo depende en gran medida de la red. Es mi principal fuente de información, allí publican la mayor parte de las instituciones las estadísticas que nosotros usamos para nuestros análisis. También se encuentra en la red una gran parte de la literatura científica, así como la mayor parte de los medios de información económica. Asimismo, el producto de nuestro trabajo es volcado a la red en cuanto está terminado. Esto nos ha permitido ampliar el número de nuestros estudios y reducir al máximo los costes de distribución.
El correo electrónico, por otra parte, se ha transformado en una herramienta de comunicación primordial. A través de él se puede asistir en las listas de distribución a jugosos debates, o a los anuncios de nuevas publicaciones. O se puede intercambiar información de forma rápida, siempre que uno sepa luchar contra la plaga del correo basura (spam). A través del correo recibo anuncios, presupuestos, listas de distribución, resúmenes de prensa, consultas sobre infinidad de detalles de la economía, preguntas de los alumnos de la universidad, etc.
Últimamente he descubierto una nueva utilidad, los blogs o bitácoras (me gusta más ese nombre, de raiz más navegante), a través de los cuales es posible recibir información (muchos medios de comunicación en Internet son, en esencia, bitácoras) y, lo que es más importante, conocer la opinión de los lectores.
Eso en el trabajo, pero es que en el resto de los aspectos de mi vida, Internet ha ido ganando peso. Por ejemplo, hace ya dos años que no compro música en las tiendas de discos: acudo a las tiendas en línea y compro sólo las canciones que me gustan. Pero es que en lugar de la radio, escucho podcasts (programas de radio en mp3) de la más diversa índole, leo la prensa a través de la red y la opinión la busco en las bitácoras. Mis últimos dos ordenadores los he comprado a través de Internet, mis viajes los organizo consultando la red y cuando alguna noticia o tema me llama la atención uso la red para ampliar mi información.
Antes hablaba con mis padres por teléfono todas las semanas, ahora hacemos videoconferencia con la webcam y así pueden ver cómo van creciendo sus nietos; las fotos familiares las compartimos a través de la red con la familia y los amigos y ya no escribo cartas, escribo correos electrónicos largos.
Antes escribía cientos de folios al año, la mayor parte de los cuales terminaba perdiendo, hoy escribo directamente en mi bitácora, dónde están archivados por orden cronológico y por temas, con el aliciente de que las críticas y los lectores pueden llegar desde los lugares más lejanos del planeta. Así está escrito este artículo, sin ir más lejos.
En líneas generales, la red ha ido ganando peso en mi vida, hasta el punto de convertirme en candidato al síndrome del túnel carpiano de tanto darle al ratón y al teclado.
Y hoy voy a dar un paso más en la involucración de mi vida con Intenet. A partir de este artículo, incluiré en todos los que vengan después (siempre que lo permitan los editores) un enlace al texto en mi blog, para que los lectores que lo deseen puedan mostrarme su opinión sobre el tema, ya sea a favor o en contra.
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