El héroe-villano
Últimamente no paran de pedirme cosas sobre la construcción. Este texto saldrá en el anuario de La Voz de Almería. No tengo claro si querían independencia en la opinión o un pringado que se mojara...
En los últimos años la construcción se ha convertido en el protagonista indiscutible de la actividad económica, primero por el espectacular desarrollo del mercado inmobiliario y, en los últimos meses, por los movimientos bursátiles capitaneados por las grandes constructoras nacionales. Esas son las luces, pero al mismo tiempo, la expectativa de beneficios extraordinarios ha generado evidentes incentivos para que muchos promotores y políticos hayan tendido a minimizar las consecuencias penales de sus actos. Así, la corrupción ha venido a echar enturbiar la imagen del sector.
Definir el papel que ha desempeñado la construcción en estos años es contar la historia de un villano y de un héroe a la vez. Y es que no debemos minimizar el papel que este sector ha tenido en la economía nacional y almeriense: ha sido el principal impulsor del crecimiento, ha contribuido de forma decisiva a la generación de empleo y, por tanto, al proceso de crecimiento de la renta y de convergencia con la media de la UE. La construcción ha actuado en este período como un sector impulsor del crecimiento movilizando grandes cantidades de empleo y no sólo como el rubro procíclico al que estábamos acostumbrados.
Sin embargo, no es menos cierto que es uno de los sectores que menor productividad obtiene del trabajo, y que es uno de los principales agentes (junto con la agricultura y la minería) transformadores del territorio. Y, es en ésta última personificación, en la que se convierte en uno de los principales blancos del movimiento ecologista, sobre todo cuando va de la mano de la corrupción urbanística.
Si miramos los hechos con algo de equidistancia podremos ver que no es la panacea del desarrollo, puesto que no contribuye a generar mejoras de la productividad (último responsable del crecimiento económico) ni puede seguir creciendo de manera indefinida. Pero tampoco es un monstruo devastador del paisaje, ya que muchas de las construcciones se han realizado en el casco urbano o en sus proximidades y el modelo de urbanización horizontal es, en última instancia, el reflejo de los gustos de los consumidores (es decir, nosotros).
La construcción, en fin, en su vertiente relacionada con la vivienda es un elemento de primerísima importancia social. Los cuatro millones de nuevos españoles venidos del extranjero, o los nuevos hogares que se constituyen necesitan un espacio en el que desarrollarse, espacio que corresponde a este sector generar. Al mismo tiempo (otra vez la maldición de las dos visiones), la enorme vivacidad del sector inmobiliario ha generado unos precios que inicialmente se compensaron por la vía de las rebajas en los tipos de interés pero que, actualmente, contribuyen a dejar fuera del mercado a amplias capas de la sociedad, sobre todo a los jóvenes, y a aumentar de forma importante el endeudamiento de las familias.
Este héroe villano, ni tan héroe ni tan villano, seguirá siendo importante para la economía almeriense pero, poco a poco, irá cediendo el protagonismo a otros, fruto del agotamiento progresivo de la demanda y de la recuperación esperada de sectores como el turismo, llamados a capitanear la economía almeriense de 2007.
En los últimos años la construcción se ha convertido en el protagonista indiscutible de la actividad económica, primero por el espectacular desarrollo del mercado inmobiliario y, en los últimos meses, por los movimientos bursátiles capitaneados por las grandes constructoras nacionales. Esas son las luces, pero al mismo tiempo, la expectativa de beneficios extraordinarios ha generado evidentes incentivos para que muchos promotores y políticos hayan tendido a minimizar las consecuencias penales de sus actos. Así, la corrupción ha venido a echar enturbiar la imagen del sector.
Definir el papel que ha desempeñado la construcción en estos años es contar la historia de un villano y de un héroe a la vez. Y es que no debemos minimizar el papel que este sector ha tenido en la economía nacional y almeriense: ha sido el principal impulsor del crecimiento, ha contribuido de forma decisiva a la generación de empleo y, por tanto, al proceso de crecimiento de la renta y de convergencia con la media de la UE. La construcción ha actuado en este período como un sector impulsor del crecimiento movilizando grandes cantidades de empleo y no sólo como el rubro procíclico al que estábamos acostumbrados.
Sin embargo, no es menos cierto que es uno de los sectores que menor productividad obtiene del trabajo, y que es uno de los principales agentes (junto con la agricultura y la minería) transformadores del territorio. Y, es en ésta última personificación, en la que se convierte en uno de los principales blancos del movimiento ecologista, sobre todo cuando va de la mano de la corrupción urbanística.
Si miramos los hechos con algo de equidistancia podremos ver que no es la panacea del desarrollo, puesto que no contribuye a generar mejoras de la productividad (último responsable del crecimiento económico) ni puede seguir creciendo de manera indefinida. Pero tampoco es un monstruo devastador del paisaje, ya que muchas de las construcciones se han realizado en el casco urbano o en sus proximidades y el modelo de urbanización horizontal es, en última instancia, el reflejo de los gustos de los consumidores (es decir, nosotros).
La construcción, en fin, en su vertiente relacionada con la vivienda es un elemento de primerísima importancia social. Los cuatro millones de nuevos españoles venidos del extranjero, o los nuevos hogares que se constituyen necesitan un espacio en el que desarrollarse, espacio que corresponde a este sector generar. Al mismo tiempo (otra vez la maldición de las dos visiones), la enorme vivacidad del sector inmobiliario ha generado unos precios que inicialmente se compensaron por la vía de las rebajas en los tipos de interés pero que, actualmente, contribuyen a dejar fuera del mercado a amplias capas de la sociedad, sobre todo a los jóvenes, y a aumentar de forma importante el endeudamiento de las familias.
Este héroe villano, ni tan héroe ni tan villano, seguirá siendo importante para la economía almeriense pero, poco a poco, irá cediendo el protagonismo a otros, fruto del agotamiento progresivo de la demanda y de la recuperación esperada de sectores como el turismo, llamados a capitanear la economía almeriense de 2007.
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