Comentarios a ¿Semos sostenibles?
Un lector anónimo pegó esto ayer en los comentarios de la entrada de referencia:
Este mensaje denota, al menos, un par de cuestiones que podrían estar en la base de la insostenibilidad de nuestro modelo económico (y social). Uno es el planteamiento cortoplacista de las empresas que, por otro lado, no puede ser de otra manera mientras los consumidores, los accionistas y las autoridades no modifiquemos nuestro marco ético lo suficiente como para penalizar con el no consumo los productos de las empresas que actúan según esos cánones.
La otra gran cuestión es la melancolía transformada en incredulidad con respecto a la actuación de la clase política. No le falta razón al comentarista. La apabullante abstención del referéndum sobre el estatuto de Andalucía es, en el fondo, una llamada de atención sobre la desconexión de lo que los políticos tratan en el parlamento y lo que los ciudadanos consideran importante o relevante para sus vidas (por mucho que Chaves se empeñe en decir que la abstención se debe a la claridad del resultado).
Por otro lado, la actitud que se adivina (se adivina, no se sabe) de pasotismo no ayuda nada. Es más, contribuye decisivamente a que las cosas no cambien. Hoy las otrora masas silenciosas contamos con herramientas de comunicación, movilización y presión con las que no podíamos soñar tan sólo hace 10 años. Si estas herramientas se utilizan sólo medianamente bien, se pueden lograr muchos cambios. Por ejemplo, la publicación en una web de un informe sobre las condiciones laborales de uno de los fabricantes del iPod de Apple, obligó a la empresa de la manzana a actuar decididamente so pena de dañar su imagen de empresa guay. Si el idioma de la empresa es el dinero, es en ese idioma en el que hay que hablarle.
Y lo mismo sucede con los políticos. Sólo se acuerdan de los votantes cada 4 años, pero en el interludio entre elección y elección podemos aprender de los lobbys y hacer que, al menos, sus olvidos, renuncios contradicciones e incumplimientos no caigan en saco roto y se vean obligados a explicar el por qué de los mismos.
Hay que ser algo ingenuos, algo valientes y nada pasotas. Es de nuestro futuro de lo que estamos hablando.
"Aunque estos intentos de concienciación social algo harán, no digo que no, me sigue pareciendo ingenuo mientras el más largo plazo que consideren las empresas sea el del próximo reparto de pluses a los consejeros, asesores y demás ralea. Los que toman las decisiones que puedan evitar esos males, ni pueden - no les dejan -, ni saben, ni lo necesitan.
En fin queridos ingenuos, seguid soñando. ¡Ah! Y olvidaros de la ayuda de los políticos: nos hemos encargado de crear un sistema en que la política sólo sirve para entretener a las masas mientras la toma de decisiones está en manos de los empresarios."
Este mensaje denota, al menos, un par de cuestiones que podrían estar en la base de la insostenibilidad de nuestro modelo económico (y social). Uno es el planteamiento cortoplacista de las empresas que, por otro lado, no puede ser de otra manera mientras los consumidores, los accionistas y las autoridades no modifiquemos nuestro marco ético lo suficiente como para penalizar con el no consumo los productos de las empresas que actúan según esos cánones.
La otra gran cuestión es la melancolía transformada en incredulidad con respecto a la actuación de la clase política. No le falta razón al comentarista. La apabullante abstención del referéndum sobre el estatuto de Andalucía es, en el fondo, una llamada de atención sobre la desconexión de lo que los políticos tratan en el parlamento y lo que los ciudadanos consideran importante o relevante para sus vidas (por mucho que Chaves se empeñe en decir que la abstención se debe a la claridad del resultado).
Por otro lado, la actitud que se adivina (se adivina, no se sabe) de pasotismo no ayuda nada. Es más, contribuye decisivamente a que las cosas no cambien. Hoy las otrora masas silenciosas contamos con herramientas de comunicación, movilización y presión con las que no podíamos soñar tan sólo hace 10 años. Si estas herramientas se utilizan sólo medianamente bien, se pueden lograr muchos cambios. Por ejemplo, la publicación en una web de un informe sobre las condiciones laborales de uno de los fabricantes del iPod de Apple, obligó a la empresa de la manzana a actuar decididamente so pena de dañar su imagen de empresa guay. Si el idioma de la empresa es el dinero, es en ese idioma en el que hay que hablarle.
Y lo mismo sucede con los políticos. Sólo se acuerdan de los votantes cada 4 años, pero en el interludio entre elección y elección podemos aprender de los lobbys y hacer que, al menos, sus olvidos, renuncios contradicciones e incumplimientos no caigan en saco roto y se vean obligados a explicar el por qué de los mismos.
Hay que ser algo ingenuos, algo valientes y nada pasotas. Es de nuestro futuro de lo que estamos hablando.
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