Los blogs y la responsabilidad ulterior de un profesor
Siempre me ha preocupado la cuestión de la validez temporal de los conocimientos que imparto en mi actividad docente. Lo mío es una ciencia social y como tal evoluciona y se modifica con el tiempo en función de las cuestiones que la sociedad se plantea.
Si tenemos en cuenta que en los últimos años, la velocidad de cambio en el seno de las estructuras sociales y económicas llevan una velocidad de crucero, la preocupación se tinta con los colores de la tragedia: ¿qué pasa si algo que dije o insinué como cierto hoy no pasaría la prueba del algodón? O, simplemente, ¿qué pasa si mis convicciones cambian? Sería paradójico que mis enseñanzas cambiantes terminaran siendo contradictorias entre si con el paso de los años. Una respuesta extrema es evidente: no cambiar los contenidos, no cambiar las ideas. Pero esa solución es lo contrario de lo que cabría esperarse de un ámbito universitario en el que debemos fomentar el espíritu crítico. La otra opción extrema sería abandonar la docencia para evitar así incurrir en alguna incoherencia temporal.
Sin embargo, hay un camino intermedio, un camino en el que la evolución del pensamiento es coherente con la responsabilidad ulterior de los conocimientos impartidos. Dicha vía cubre de paso otro de los objetivos de la Universidad, la difusión del conocimiento. Si las ideas del docente cambia, éste debe comunicar que se ha producido el cambio, y explicarlo, pero no sólo a los alumnos nuevos, sino a los antiguos. Esto es complicado en parte, pero hoy más que nunca resulta posible poder llegar a conseguirse.
En la medida que los profesores vayan utilizando herramientas como los Blogs, o similares, en los que sus alumnos, presentes y pasados puedan conocer paso a paso, incluso de forma tácita, la evolución del pensamiento de su profesor. Esta es una responsabilidad que debiera exigirse a los profesores de cualquier disciplina, pero sobretodo a los de las ciencias sociales.
Si tenemos en cuenta que en los últimos años, la velocidad de cambio en el seno de las estructuras sociales y económicas llevan una velocidad de crucero, la preocupación se tinta con los colores de la tragedia: ¿qué pasa si algo que dije o insinué como cierto hoy no pasaría la prueba del algodón? O, simplemente, ¿qué pasa si mis convicciones cambian? Sería paradójico que mis enseñanzas cambiantes terminaran siendo contradictorias entre si con el paso de los años. Una respuesta extrema es evidente: no cambiar los contenidos, no cambiar las ideas. Pero esa solución es lo contrario de lo que cabría esperarse de un ámbito universitario en el que debemos fomentar el espíritu crítico. La otra opción extrema sería abandonar la docencia para evitar así incurrir en alguna incoherencia temporal.
Sin embargo, hay un camino intermedio, un camino en el que la evolución del pensamiento es coherente con la responsabilidad ulterior de los conocimientos impartidos. Dicha vía cubre de paso otro de los objetivos de la Universidad, la difusión del conocimiento. Si las ideas del docente cambia, éste debe comunicar que se ha producido el cambio, y explicarlo, pero no sólo a los alumnos nuevos, sino a los antiguos. Esto es complicado en parte, pero hoy más que nunca resulta posible poder llegar a conseguirse.
En la medida que los profesores vayan utilizando herramientas como los Blogs, o similares, en los que sus alumnos, presentes y pasados puedan conocer paso a paso, incluso de forma tácita, la evolución del pensamiento de su profesor. Esta es una responsabilidad que debiera exigirse a los profesores de cualquier disciplina, pero sobretodo a los de las ciencias sociales.
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