La paradoja del principio de prudencia
Recordatorio: El principio de prudencia valorativa nos debería llevar a tomar medidas contra una amenaza probable, como es el cambio climático.
Leo en el Blog de Ruiz de Elvira que el Ministerio de Medio ambiente habla ahora de adaptación en lugar de evitación, lo que supone, según el propio Elvira, un sesgo hacia el derrotismo.
No le falta razón. Es sorprendente cómo hemos pasado de pedir ampliaciones en nuestras emisiones de CO2 a querer ser los campeones en la lucha contra el calentamiento global. Evidentemente, las conclusiones del 4º informe del IPCC tienen mucho que ver, ya que ofrecen para el sur de Europa unos resultados altamente preocupantes. Por ejemplo, una reducción de las lluvias del 40%, o un aumento del nivel del mar considerable, o temperaturas más extremas, o períodos de sequía más prolongados...
Y, mientras en el Ministerio se presentaban estas previsiones casi apocalípticas, la Bolsa de Madrid alcanzaba el hito histórico de los 15.000 puntos.
¿Dónde está la prudencia?
Pensemos en la siguiente situación, nos dan a elegir entre un exquisito plato de setas y un soso puré de patatas sin más aditamentos que las propias patatatas. La decisión será casi con toda seguridad la primera. Pero si nos dicen que dado que los recolectores eran inexpertos, es posible que hayan elegido alguna seta venenosa, nuestra decisión casi con toda seguridad se verá alterada. Usamos la prudencia, pues las probabilidades de seguir sano tras comer el plato de puré son mayores que las que hay tras comer el plato de setas.
Los que nos dicen que no debemos preocuparnos, el el cambio climático no tiene que ver con el exceso de emisiones de CO2, sino con las manchas solares y que nos estamos acercando en realidad a una era glacial, nos están diciendo que nos comamos el plato de setas. Pero, ¿y si hubiera alguna seta venenosa? ¿Y si no tuvieran razón? ¿Merece la pena el riesgo que corremos? Creo que cualquier persona sensata ya sabrá la respuesta.
Sin embargo, como no percibimos el cambio climático como una amenaza individual, nuestro sentido común se ve nublado, no es capaz de enfocar bien el asunto y opta por el no comer o por el comer las setas diciendo aquello de "no va a ser a mi al que le toque la seta venenosa".
Los inversores del parqué madrileño consideran que los efectos no les van a pillar o, lo más probable, ni siquiera los consideran. Les pilla demasiado lejos en el tiempo a la mayor parte de ellos, pendientes cómo están de la cotización diaria. No se dan cuenta de que lo que nos están contando supone un cambio radical en la economía de este país. Si las previsiones se cumplen nuestra potente industria agroalimentaria está herida de muerte. ¿Y qué decir del turismo de sol y playa? ¿Y el tan de moda vinculado al golf?
Coincido con Elvira en que, a pesar de que algunos cambios son irreversibles y hay que adaptarse a ellos, no hay que descuidar las medidas drásticas en materia de emisiones (en esencia es lo mismo que dice el Informe Stern). Hay que ponerse a trabajar en ello ya, porque si no, mañana será tarde.
Leo en el Blog de Ruiz de Elvira que el Ministerio de Medio ambiente habla ahora de adaptación en lugar de evitación, lo que supone, según el propio Elvira, un sesgo hacia el derrotismo.
No le falta razón. Es sorprendente cómo hemos pasado de pedir ampliaciones en nuestras emisiones de CO2 a querer ser los campeones en la lucha contra el calentamiento global. Evidentemente, las conclusiones del 4º informe del IPCC tienen mucho que ver, ya que ofrecen para el sur de Europa unos resultados altamente preocupantes. Por ejemplo, una reducción de las lluvias del 40%, o un aumento del nivel del mar considerable, o temperaturas más extremas, o períodos de sequía más prolongados...
Y, mientras en el Ministerio se presentaban estas previsiones casi apocalípticas, la Bolsa de Madrid alcanzaba el hito histórico de los 15.000 puntos.
¿Dónde está la prudencia?
Pensemos en la siguiente situación, nos dan a elegir entre un exquisito plato de setas y un soso puré de patatas sin más aditamentos que las propias patatatas. La decisión será casi con toda seguridad la primera. Pero si nos dicen que dado que los recolectores eran inexpertos, es posible que hayan elegido alguna seta venenosa, nuestra decisión casi con toda seguridad se verá alterada. Usamos la prudencia, pues las probabilidades de seguir sano tras comer el plato de puré son mayores que las que hay tras comer el plato de setas.
Los que nos dicen que no debemos preocuparnos, el el cambio climático no tiene que ver con el exceso de emisiones de CO2, sino con las manchas solares y que nos estamos acercando en realidad a una era glacial, nos están diciendo que nos comamos el plato de setas. Pero, ¿y si hubiera alguna seta venenosa? ¿Y si no tuvieran razón? ¿Merece la pena el riesgo que corremos? Creo que cualquier persona sensata ya sabrá la respuesta.
Sin embargo, como no percibimos el cambio climático como una amenaza individual, nuestro sentido común se ve nublado, no es capaz de enfocar bien el asunto y opta por el no comer o por el comer las setas diciendo aquello de "no va a ser a mi al que le toque la seta venenosa".
Los inversores del parqué madrileño consideran que los efectos no les van a pillar o, lo más probable, ni siquiera los consideran. Les pilla demasiado lejos en el tiempo a la mayor parte de ellos, pendientes cómo están de la cotización diaria. No se dan cuenta de que lo que nos están contando supone un cambio radical en la economía de este país. Si las previsiones se cumplen nuestra potente industria agroalimentaria está herida de muerte. ¿Y qué decir del turismo de sol y playa? ¿Y el tan de moda vinculado al golf?
Coincido con Elvira en que, a pesar de que algunos cambios son irreversibles y hay que adaptarse a ellos, no hay que descuidar las medidas drásticas en materia de emisiones (en esencia es lo mismo que dice el Informe Stern). Hay que ponerse a trabajar en ello ya, porque si no, mañana será tarde.
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