Economía ecológica y empresa
Artículo preparado para su publicación en el suplemento Expectativas del diario Ideal.
Aunque la mayor parte de las veces tendemos a ver empresa y medioambiente como entes incompatibles y hasta antitéticos, en los últimos tiempos se está produciendo un cambio en el comportamiento de las empresas con respecto al medio que creo puede quedar ilustrado perfectamente con el siguiente ejemplo:
Hace unos meses, la organización ecologista Greenpeace orquestó una campaña en la que acusaba a Apple de ser poco verde en sus productos. La empresa que ha logrado labrarse la imagen de ser muy cool (muy guay), ahora se encuentra con que este tipo de publicidad puede arruinar su tan costosamente construida imagen de marca. Así lo han considerado un grupo de accionistas que están organizándose para lograr que la manzana de Apple luzca más verde y jugosa.
Hace unos años este tipo de movimientos no se hubieran producido. Algo ha cambiado. Y lo que ha cambiado es que las preocupaciones ambientales de la sociedad han crecido enormemente, gracias en gran parte a los efectos cada vez más evidentes de nuestro irresponsable comportamiento anterior: modificación del paisaje, desaparición de especies, aumento de los desastres naturales, cambio climático, etc. Si bien es cierto que esta preocupación luego se matiza mucho cuando la pasamos por el tamiz del bolsillo, también lo es que una de las peores acusaciones que puede recibir hoy una empresa es la de ser irrespetuosa con el medio ambiente.
Por otro lado, hace 15 años, la economía ecológica seguía produciendo introducciones teóricas que no terminaban de cuajar en técnicas analíticas concretas. Ahora bien, la madurez ha llegado a esta disciplina que bebe de otras ciencias, como las de la naturaleza, la física, la química, etc. Esta nueva economía amplía el foco que se venía utilizando por el paradigma clásico, mirando más allá de los mercados y de las cuestiones crematísticas. El objeto de estudio pasa a ser lo que podríamos denominar el ecosistema integral, en el que se incorporan las actividades humanas al funcionamiento del sistema ecológico, siendo por tanto la visión sistémica una de las novedades aportadas. Visión que, por supuesto, también incluye a los mercados.
La economía ecológica ha incorporado a la panoplia de los economistas los balances energéticos, o el análisis de los flujos de materiales, o el análisis de los indicadores múltiples en paralelo. Pero, ¿qué puede resultarles útil a las empresas de todo esto?
Creo que hay un concepto, muy de moda en los últimos tiempos, que serviría para resumir lo que voy a contar a continuación: la biomímesis. Copiar a la naturaleza. En la naturaleza los flujos de energía y materiales tienden a cerrarse (al manos en la medida que lo permita la entropía). Los subproductos de unos son reutilizados por otros y la energía se transmite a través de las cadenas tróficas. Así que pasemos a imaginar soluciones biomiméticas:
Evidentemente, muchos de los pasos que deberían seguirse no dependen exclusivamente de una empresa, sino del conjunto de la sociedad o, dicho de otra forma, deben ser impulsados y favorecidos por las administraciones públicas. Seguramente supondrá un incremento de los costes de muchos bienes, pero también surgirán nuevas oportunidades de negocio, relacionadas con la logística (principalmente la inversa), con la ingeniería de materiales y energética, con la consultoría de procesos, etc.
En la medida que las empresas vayan haciendo contabilidades de materiales y de energía, su concepción de la eficiencia se transformará, al igual que se está transformando poco a poco la sensibilidad de la sociedad, esa que a la postre tiene la última palabra en el mercado eligiendo un producto en lugar de otro.
Aunque la mayor parte de las veces tendemos a ver empresa y medioambiente como entes incompatibles y hasta antitéticos, en los últimos tiempos se está produciendo un cambio en el comportamiento de las empresas con respecto al medio que creo puede quedar ilustrado perfectamente con el siguiente ejemplo:
Hace unos meses, la organización ecologista Greenpeace orquestó una campaña en la que acusaba a Apple de ser poco verde en sus productos. La empresa que ha logrado labrarse la imagen de ser muy cool (muy guay), ahora se encuentra con que este tipo de publicidad puede arruinar su tan costosamente construida imagen de marca. Así lo han considerado un grupo de accionistas que están organizándose para lograr que la manzana de Apple luzca más verde y jugosa.
Hace unos años este tipo de movimientos no se hubieran producido. Algo ha cambiado. Y lo que ha cambiado es que las preocupaciones ambientales de la sociedad han crecido enormemente, gracias en gran parte a los efectos cada vez más evidentes de nuestro irresponsable comportamiento anterior: modificación del paisaje, desaparición de especies, aumento de los desastres naturales, cambio climático, etc. Si bien es cierto que esta preocupación luego se matiza mucho cuando la pasamos por el tamiz del bolsillo, también lo es que una de las peores acusaciones que puede recibir hoy una empresa es la de ser irrespetuosa con el medio ambiente.
Por otro lado, hace 15 años, la economía ecológica seguía produciendo introducciones teóricas que no terminaban de cuajar en técnicas analíticas concretas. Ahora bien, la madurez ha llegado a esta disciplina que bebe de otras ciencias, como las de la naturaleza, la física, la química, etc. Esta nueva economía amplía el foco que se venía utilizando por el paradigma clásico, mirando más allá de los mercados y de las cuestiones crematísticas. El objeto de estudio pasa a ser lo que podríamos denominar el ecosistema integral, en el que se incorporan las actividades humanas al funcionamiento del sistema ecológico, siendo por tanto la visión sistémica una de las novedades aportadas. Visión que, por supuesto, también incluye a los mercados.
La economía ecológica ha incorporado a la panoplia de los economistas los balances energéticos, o el análisis de los flujos de materiales, o el análisis de los indicadores múltiples en paralelo. Pero, ¿qué puede resultarles útil a las empresas de todo esto?
Creo que hay un concepto, muy de moda en los últimos tiempos, que serviría para resumir lo que voy a contar a continuación: la biomímesis. Copiar a la naturaleza. En la naturaleza los flujos de energía y materiales tienden a cerrarse (al manos en la medida que lo permita la entropía). Los subproductos de unos son reutilizados por otros y la energía se transmite a través de las cadenas tróficas. Así que pasemos a imaginar soluciones biomiméticas:
- Utilización de materiales biodegradables, reutilización y reciclado de los que no lo sean: cierre del círculo de materiales, en esencia.
- Minimización de las pérdidas de energía y descarbonización de los procesos.
- Tratamiento de los residuos, minimizándolos al máximo.
Evidentemente, muchos de los pasos que deberían seguirse no dependen exclusivamente de una empresa, sino del conjunto de la sociedad o, dicho de otra forma, deben ser impulsados y favorecidos por las administraciones públicas. Seguramente supondrá un incremento de los costes de muchos bienes, pero también surgirán nuevas oportunidades de negocio, relacionadas con la logística (principalmente la inversa), con la ingeniería de materiales y energética, con la consultoría de procesos, etc.
En la medida que las empresas vayan haciendo contabilidades de materiales y de energía, su concepción de la eficiencia se transformará, al igual que se está transformando poco a poco la sensibilidad de la sociedad, esa que a la postre tiene la última palabra en el mercado eligiendo un producto en lugar de otro.
Todavía no he tenido tiempo de estudiar las nociones básicas de las técnicas de optimización de Toyota pero ¿acaso no parecen al menos los dos últimos puntos purito Toyota «lean»?
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