¿Qué he hecho yo para merecer ésto?
Eso es lo que se deben estar preguntando los esquimales o inuit, al ver desaparecer poco a poco el ecosistema al que se adaptaron hace 6.000 años. Sus medios de subsistencia, su tecnología y su cultura se basaban en la explotación de los escasos recursos que el Ártico les aportaba. Y, ahora, el proceso de calentamiento global está llevando a la desaparición de las condiciones en las que vivían (Noticia en Ambientum).
Creo que este problema, con ser una tragedia, no lo es más que la progresiva desaparición de culturas indígenas a lo largo y ancho de este planeta desde que en 1492 Colón pusiera en marcha la era de los "primeros contactos". A medida que se van contactando, los pueblos comienzan a abandonar sus tradiciones y abrazan poco a poco parte de la cultura occidental dominante, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. ¿Qué puñetas estoy queriendo decir? Muy sencillo. Esta degradación paulatina de la cultura inuit no es menos trágica que cualquier otra, que, sin embargo no es noticia porque no se la relaciona con el cambio climático.
En este sentido, creo que hay que darles la razón a algunos de los críticos del cambio climático con origen antrópico, en el sentido de que se ha convertido en una especie de marca universal para vender cualquier cosa, tanto mejor cuanto más trágica. Los culpables se pueden señalar con nombres y apellidos. Son, por un lado, los medios de comunicación, que han puesto el foco en todo lo que tiene que ver con el cambio climático, primando en las noticias todo lo que tiene que ver con él (imagino que tiene que ver con la sensación de amenaza global y el grado de atención potencial por parte de los consumidores de información).
Por otro lado, comparte la responsabilidad, una parte de la propia comunidad científica que utiliza la marca global para lograr mayor atención a sus proyectos de investigación. En este sentido, no nos debemos llevar a engaño, hay temas que se ponen de moda o que directamente son promovidos por el sistema político. Los investigadores, que no son estúpidos, identifican esos focos de atención del que controla los presupuestos y procura sesgar u orientar su investigación hacia aquellos temas en los que es más probable obtener subvenciones. En este sentido nunca olvidaré un trabajo sobre la situación de las profesoras de matemáticas en la universidad española, subvencionado por el Instituto de la Mujer y que ilustra como un tema que no afecta ni al 0,5% de la población femenina del país encuentra financiación por tratar un tema "de moda" (en este caso, la perspectiva de género).
Unos y otros están provocando un cierto abuso del término que puede acabar perdiendo su verdadero significado, o lo que es peor, banalizándose de forma que el público no le preste más atención que a cualquier otro, siendo éste uno de los retos más colosales a los que se ha enfrentado la humanidad hasta el momento. Confío algo en la responsabilidad de los científicos, algo menos en los periodistas y, desde luego, estoy segurode que tendremos que ver en algún programa del corazón a algún famosillo o famosilla culpando de sus desgracias al calentamiento global, al cambio climático, o al efecto invernadero. Y si no, al tiempo.
Creo que este problema, con ser una tragedia, no lo es más que la progresiva desaparición de culturas indígenas a lo largo y ancho de este planeta desde que en 1492 Colón pusiera en marcha la era de los "primeros contactos". A medida que se van contactando, los pueblos comienzan a abandonar sus tradiciones y abrazan poco a poco parte de la cultura occidental dominante, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. ¿Qué puñetas estoy queriendo decir? Muy sencillo. Esta degradación paulatina de la cultura inuit no es menos trágica que cualquier otra, que, sin embargo no es noticia porque no se la relaciona con el cambio climático.
En este sentido, creo que hay que darles la razón a algunos de los críticos del cambio climático con origen antrópico, en el sentido de que se ha convertido en una especie de marca universal para vender cualquier cosa, tanto mejor cuanto más trágica. Los culpables se pueden señalar con nombres y apellidos. Son, por un lado, los medios de comunicación, que han puesto el foco en todo lo que tiene que ver con el cambio climático, primando en las noticias todo lo que tiene que ver con él (imagino que tiene que ver con la sensación de amenaza global y el grado de atención potencial por parte de los consumidores de información).
Por otro lado, comparte la responsabilidad, una parte de la propia comunidad científica que utiliza la marca global para lograr mayor atención a sus proyectos de investigación. En este sentido, no nos debemos llevar a engaño, hay temas que se ponen de moda o que directamente son promovidos por el sistema político. Los investigadores, que no son estúpidos, identifican esos focos de atención del que controla los presupuestos y procura sesgar u orientar su investigación hacia aquellos temas en los que es más probable obtener subvenciones. En este sentido nunca olvidaré un trabajo sobre la situación de las profesoras de matemáticas en la universidad española, subvencionado por el Instituto de la Mujer y que ilustra como un tema que no afecta ni al 0,5% de la población femenina del país encuentra financiación por tratar un tema "de moda" (en este caso, la perspectiva de género).
Unos y otros están provocando un cierto abuso del término que puede acabar perdiendo su verdadero significado, o lo que es peor, banalizándose de forma que el público no le preste más atención que a cualquier otro, siendo éste uno de los retos más colosales a los que se ha enfrentado la humanidad hasta el momento. Confío algo en la responsabilidad de los científicos, algo menos en los periodistas y, desde luego, estoy segurode que tendremos que ver en algún programa del corazón a algún famosillo o famosilla culpando de sus desgracias al calentamiento global, al cambio climático, o al efecto invernadero. Y si no, al tiempo.
Comentarios
Publicar un comentario