De espaldas
Artículo enviado a Almería Actualidad.
De espaldas y en latín. Así ofició el Papa el pasado domingo una misa en el Vaticano: al más puro estilo preconciliar. Toda una metáfora. De espaldas a una sociedad que cambia (siempre ha cambiado, como el clima), de espaldas a una realidad que se prefiere no ver y en un idioma que ya nadie entiende. La única forma en la que podría llegar a entenderlo sería como recurso turístico, como esos cambios de guardia que se producen diariamente a las puertas de los palacios que en el mundo occidental, voluntariamente arcaicos para disfrute visual de los turistas y regodeo de las multinacionales de la fotografía. O, a lo mejor, una medida para atraer curiosos a las iglesias, ya que los feligreses cada día escasean más.
Sin embargo, este no es un gesto aislado, antes al contrario es la culminación de una serie de retrocesos respecto de los avances logrados en el Concilio Vaticano II. La existencia de una Iglesia próxima a su pueblo ha sido sistemáticamente torpedeada desde el pontificado de Juan Pablo II, de forma que ahora tenemos una cúpula eclesial gerontocrática (al estilo de Cuba) poco amiga de cambios y muy celosa de sus antiguas prerrogativas. Han optado por girarse, mirar hacia otro lado, el lado inmutable y seguro del sagrario. Han optado por oficiar en latín, una lengua muerta sólo conocida por unos pocos, dotando a la ceremonia de un contenido hermético, cerrado, que el Vaticano II quiso enterrar. No han inventado nada, la ciencia desde siempre ha usado una jerga compleja para distanciarse de los ignorantes y elevar la estima de los propios científicos al hacerlos incomprensibles.
Como ya digo, la ceguera de la iglesia católica para con la realidad no es un mal exclusivo de ellos. A otro nivel, en otra escala de valores (y de forma mucho más preocupante), cada vez más grupos de la sociedad tienden a olvidarse de la realidad y enrocarse en mundos virtuales paralelos. Así, por ejemplo, los “valerosos” gudaris vascos y todos cuantos los consideran valedores de la libertad de “Euskalerría” obvian la realidad de la concepción mítica de sus planteamientos o, lo que es peor, la realidad de esclerosis moral que denota el homenaje a unos personajes que apenas tienen algo más que una cierta habilidad manual con las pistolas y la dinamita.
O, por ejemplo también, el ejercicio perverso de los partidos políticos por convencernos de lo terriblemente mal que está el país o lo maravillosa que es esta Arcadia que se llama España. En estos ejercicios de realidad virtual, acompañados de una imponente artillería mediática por ambos bandos y de una canallesca chusma que infecta los rincones más recónditos de Internet, el ciudadano no puede creerse ambas versiones sin terminar mal de la cabeza o sin llegar a enfermar de un cinismo obsesivo. Así que termina creyendo aquello que le dicen “los suyos”. Porque “los otros” mienten por sistema y son los culpables de todo lo mal que está el país, incluso de que los sacerdotes se hayan dado la vuelta y oficien la misa en un lenguaje extraño.
Vamos, ceteris paribus.
De espaldas y en latín. Así ofició el Papa el pasado domingo una misa en el Vaticano: al más puro estilo preconciliar. Toda una metáfora. De espaldas a una sociedad que cambia (siempre ha cambiado, como el clima), de espaldas a una realidad que se prefiere no ver y en un idioma que ya nadie entiende. La única forma en la que podría llegar a entenderlo sería como recurso turístico, como esos cambios de guardia que se producen diariamente a las puertas de los palacios que en el mundo occidental, voluntariamente arcaicos para disfrute visual de los turistas y regodeo de las multinacionales de la fotografía. O, a lo mejor, una medida para atraer curiosos a las iglesias, ya que los feligreses cada día escasean más.
Sin embargo, este no es un gesto aislado, antes al contrario es la culminación de una serie de retrocesos respecto de los avances logrados en el Concilio Vaticano II. La existencia de una Iglesia próxima a su pueblo ha sido sistemáticamente torpedeada desde el pontificado de Juan Pablo II, de forma que ahora tenemos una cúpula eclesial gerontocrática (al estilo de Cuba) poco amiga de cambios y muy celosa de sus antiguas prerrogativas. Han optado por girarse, mirar hacia otro lado, el lado inmutable y seguro del sagrario. Han optado por oficiar en latín, una lengua muerta sólo conocida por unos pocos, dotando a la ceremonia de un contenido hermético, cerrado, que el Vaticano II quiso enterrar. No han inventado nada, la ciencia desde siempre ha usado una jerga compleja para distanciarse de los ignorantes y elevar la estima de los propios científicos al hacerlos incomprensibles.
Como ya digo, la ceguera de la iglesia católica para con la realidad no es un mal exclusivo de ellos. A otro nivel, en otra escala de valores (y de forma mucho más preocupante), cada vez más grupos de la sociedad tienden a olvidarse de la realidad y enrocarse en mundos virtuales paralelos. Así, por ejemplo, los “valerosos” gudaris vascos y todos cuantos los consideran valedores de la libertad de “Euskalerría” obvian la realidad de la concepción mítica de sus planteamientos o, lo que es peor, la realidad de esclerosis moral que denota el homenaje a unos personajes que apenas tienen algo más que una cierta habilidad manual con las pistolas y la dinamita.
O, por ejemplo también, el ejercicio perverso de los partidos políticos por convencernos de lo terriblemente mal que está el país o lo maravillosa que es esta Arcadia que se llama España. En estos ejercicios de realidad virtual, acompañados de una imponente artillería mediática por ambos bandos y de una canallesca chusma que infecta los rincones más recónditos de Internet, el ciudadano no puede creerse ambas versiones sin terminar mal de la cabeza o sin llegar a enfermar de un cinismo obsesivo. Así que termina creyendo aquello que le dicen “los suyos”. Porque “los otros” mienten por sistema y son los culpables de todo lo mal que está el país, incluso de que los sacerdotes se hayan dado la vuelta y oficien la misa en un lenguaje extraño.
Vamos, ceteris paribus.
Excelente entrada. Estoy absolutamente de acuerdo punto por punto con lo que escribes. No es ya sólo la cerrazón de la Iglesia y la triste forma en la que da la espalda a la sociedad, se tapa los oídos y los ojos y con esto piensa que el mundo deja de ser de cualquier otro modo a como ellos quieren.
ResponderEliminarLo más grave es que en todos los ámbitos de la sociedad la separación entre "los nuestros" y "los otros" se está convirtiendo en una lacra para, olvidándose de una vez de lo que divide, ponerse manos a la obra en los que nos une… como el instinto de conservación sin ir más lejos.
Saludos Sayonara:
ResponderEliminarTu post es acertado y suscribo todo lo que dices y más.
Como soy un defensor a ultranza del Estado laico y dado que cada vez soy más "enemigo" de las sotanas y todo lo que predican, pues no puedo ser objetivo.
Quiero creer que un día, no muy lejano, la religión será algo íntimo y que sólo formará parte de la vida privada de las personas en lugar de hacer que "todos" sin excepción, tengamos que tolerar sus impudicias y su doble moral.
Un saludo.