La novela de Genji. Esplendor.
A veces me da por leer "cosas raras", bestsellers de esos que se venden como rosquillas en las tiendas de los aeropueros. Pero siempre lo hago como desengrasante, después de darme un atracón de literatura. En los últimos meses he estado degustando la primera parte de la Novela de Genji, un texto del siglo X escrito por una cortesana del Japón del período Heian, Murasaki Shikibu. La edición que estoy leyendo es del Círculo de Lectores y es una nueva traducción que cuenta con interesantes notas al pié y que respeta la integridad del texto.
La primera parte de esta novela es la vida del príncipe resplandeciente, y más especialmente, de su intensa vida amorosa. Las aventuras galantes se suceden en el texto, y Gengi se nos presenta casi como un proto Don Juan, aunque a diferencia de este y de Casanova, el amante japonés tiene un par de virtudes que lo diferencian: es capaz de encontrar en cada mujer algo que le resulte atractivo y nunca se olvida de sus amantes, hasta el punto que literalmente las acaba recogiendo a casi todas en su hogar.
A lo largo de los primeros 40 años del protagonista, podemos asistir a la esquisitez de la corte japonesa de entonces, que si se corresponde fielmente con el relato de Murasaki, debía resultar de lo más remilgada, y hasta demasiado perfecta, intercalando versos en chino cada dos por tres.
No obstante, donde gana el relato es en el tratamiento de las tramas secundarias, en las que se nos informa de los avatares de personajes secundarios. Ahí es dónde se rompe la monotonía de un relato que resulta de lo más cursi en algunos momentos. Otro de los alicientes de la historia es la relación de competencia y amistad de Genji y To No Chujo, tan cerrada que da la impresión que terminará siendo heredada por sus respectivos hijos.
En suma, una interesante lectura en la que uno descubre que el amor cortés no es propiedad exclusiva de los juglares europeos de la Edad Media, ya que al menos en Japón Heian ya lo practicaban.
Mi calificación: 7 sobre 10.
La primera parte de esta novela es la vida del príncipe resplandeciente, y más especialmente, de su intensa vida amorosa. Las aventuras galantes se suceden en el texto, y Gengi se nos presenta casi como un proto Don Juan, aunque a diferencia de este y de Casanova, el amante japonés tiene un par de virtudes que lo diferencian: es capaz de encontrar en cada mujer algo que le resulte atractivo y nunca se olvida de sus amantes, hasta el punto que literalmente las acaba recogiendo a casi todas en su hogar.
A lo largo de los primeros 40 años del protagonista, podemos asistir a la esquisitez de la corte japonesa de entonces, que si se corresponde fielmente con el relato de Murasaki, debía resultar de lo más remilgada, y hasta demasiado perfecta, intercalando versos en chino cada dos por tres.
No obstante, donde gana el relato es en el tratamiento de las tramas secundarias, en las que se nos informa de los avatares de personajes secundarios. Ahí es dónde se rompe la monotonía de un relato que resulta de lo más cursi en algunos momentos. Otro de los alicientes de la historia es la relación de competencia y amistad de Genji y To No Chujo, tan cerrada que da la impresión que terminará siendo heredada por sus respectivos hijos.
En suma, una interesante lectura en la que uno descubre que el amor cortés no es propiedad exclusiva de los juglares europeos de la Edad Media, ya que al menos en Japón Heian ya lo practicaban.
Mi calificación: 7 sobre 10.
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