Almería a la cola
Los almerienses no estamos acostumbrados a vernos en el último lugar. Los muchos años de crecimiento continuado por encima de las medias nos han ido haciendo ganar puestos en todas las clasificaciones nacionales. Incluso, nos hemos llegado a situar a la cabeza de Andalucía en términos de renta y de empleo, cuando a mediados del siglo pasado éramos la última de España.
Sin embargo, los dos últimos informes de Analistas Económicos de Andalucía nos sitúan detrás de todas las demás provincias andaluzas en términos de crecimiento, y la primera en términos de paro registrado. Y, posiblemente, los analistas malagueños no anden desencaminados.
La primera cuestión que debemos plantearnos es que es muy difícil que una economía pueda estar constantemente ofreciendo tasas de crecimiento de manera sostenida por encima de las de su entorno. Las razones son variadas, pero caben destacarse dos: todos los sectores, tarde o temprano, llegan a su fase de madurez, lo que repercute en las economías que los sustentan y, cada día más importante, la creciente interconexión de las economías provoca que los choques y crisis se transmitan a lo largo de todos los países y los sectores, lo que termina por homogeneizarnos.
Aparte de estas cuestiones generales, además debemos considerar algunas otras propiamente almerienses. En los últimos años, la construcción había llegado a representar el 16% del PIB y hasta el 20% del empleo ocupado. Esto quiere decir que nuestra apuesta por el sector ha sido muy intensa. Tal vez demasiado intensa, ya que cuando ha explosionado la burbuja inmobliaria que sustentaba su crecimiento, en Almería los efectos se han producido también de manera muy intensa. Por otro lado, el descalabro de la construcción (y esto tal vez sea una buena noticia) ha sido muy rápido en la provincia, mucho más que en Málaga o Murcia, por ejemplo, lo que supone que aquí el impacto negativo se ha producido antes y de forma más agresiva, pero también significa que las empresas de la provincia han reaccionado rápidamente, demostrando su capacidad de leer el mercado y de adaptarse a los cambios. Esta cualidad, esperemos, puede servir para localizar sectores emergentes o nuevos nichos de mercado en sectores maduros.
Otro de los fatores diferenciales es que durante los últimos ejercicios y oculto por la exhuberancia de la construcción, el turismo de Almería se enfrentaba a una pequeña travesía del desierto, pesonificada en nuestra caída desde el segundo puesto al cuarto en cuanto al tráfico de pasajeros en nuestro aeropuerto. Y es que nuevamente nuestra posición periférica y la escasez de comunicaciones nos ha hecho perder atractivo como destino turístico para unos touroperadores que debían hacer frente a la revolución de las Low Cost. Almería fue una de las víctimas de las primeras escaramuzas de esta guerra. Nuestra oferta hotelera y de de ocio ha debido, por tanto, repensarse y hasta reinventarse en el último lustro, por lo que no ha podido llegar a tiempo el sector para tomar el relevo de la construcción.
Sin embargo, en los últimos indicadores publicados comienzan a vislumbrarse tiempos mejores. Las exportaciones avanzan con fuerza impulsadas por el sector de casi siempre (la agricultura) y las variables turísticas presentan síntomas de recuperación en la temporada alta. Esto significa que la situación ha sido menos negativa en el tercer trimestre (puede que incluso más positiva) y que, si la campaña agrícola arranca bien, incluso podríamos lograr crecimientos por encima del 1% a final de año.
Sin embargo, los dos últimos informes de Analistas Económicos de Andalucía nos sitúan detrás de todas las demás provincias andaluzas en términos de crecimiento, y la primera en términos de paro registrado. Y, posiblemente, los analistas malagueños no anden desencaminados.
La primera cuestión que debemos plantearnos es que es muy difícil que una economía pueda estar constantemente ofreciendo tasas de crecimiento de manera sostenida por encima de las de su entorno. Las razones son variadas, pero caben destacarse dos: todos los sectores, tarde o temprano, llegan a su fase de madurez, lo que repercute en las economías que los sustentan y, cada día más importante, la creciente interconexión de las economías provoca que los choques y crisis se transmitan a lo largo de todos los países y los sectores, lo que termina por homogeneizarnos.
Aparte de estas cuestiones generales, además debemos considerar algunas otras propiamente almerienses. En los últimos años, la construcción había llegado a representar el 16% del PIB y hasta el 20% del empleo ocupado. Esto quiere decir que nuestra apuesta por el sector ha sido muy intensa. Tal vez demasiado intensa, ya que cuando ha explosionado la burbuja inmobliaria que sustentaba su crecimiento, en Almería los efectos se han producido también de manera muy intensa. Por otro lado, el descalabro de la construcción (y esto tal vez sea una buena noticia) ha sido muy rápido en la provincia, mucho más que en Málaga o Murcia, por ejemplo, lo que supone que aquí el impacto negativo se ha producido antes y de forma más agresiva, pero también significa que las empresas de la provincia han reaccionado rápidamente, demostrando su capacidad de leer el mercado y de adaptarse a los cambios. Esta cualidad, esperemos, puede servir para localizar sectores emergentes o nuevos nichos de mercado en sectores maduros.
Otro de los fatores diferenciales es que durante los últimos ejercicios y oculto por la exhuberancia de la construcción, el turismo de Almería se enfrentaba a una pequeña travesía del desierto, pesonificada en nuestra caída desde el segundo puesto al cuarto en cuanto al tráfico de pasajeros en nuestro aeropuerto. Y es que nuevamente nuestra posición periférica y la escasez de comunicaciones nos ha hecho perder atractivo como destino turístico para unos touroperadores que debían hacer frente a la revolución de las Low Cost. Almería fue una de las víctimas de las primeras escaramuzas de esta guerra. Nuestra oferta hotelera y de de ocio ha debido, por tanto, repensarse y hasta reinventarse en el último lustro, por lo que no ha podido llegar a tiempo el sector para tomar el relevo de la construcción.
Sin embargo, en los últimos indicadores publicados comienzan a vislumbrarse tiempos mejores. Las exportaciones avanzan con fuerza impulsadas por el sector de casi siempre (la agricultura) y las variables turísticas presentan síntomas de recuperación en la temporada alta. Esto significa que la situación ha sido menos negativa en el tercer trimestre (puede que incluso más positiva) y que, si la campaña agrícola arranca bien, incluso podríamos lograr crecimientos por encima del 1% a final de año.
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