La economía del fraude inocente, de J.K. Galbraith
"La vida civilizada, como la llamamos, es una gran torre blanca que, celebra los logros de la humanidad, pero en lo alto de la misma hay siempre una gran nube negra".
Tristes palabras para terminar el que seguro sabía iba a ser su última obra. Galbraith se despide de sus lectores en este libro diseccionando lo que el denomina el "fraude inocente" de nuestro sistema económico. Aunque la expresión es un oxímoron, cuando se leen las explicaciones del viejo maestro de economistas, uno se da cuenta de que (otra vez) tiene razón. El mensaje central de este pequeño libro (se lee en una sentada) es que en la nueva etapa en la que está el capitalismo, el poder ha pasado a las grandes corporaciones o, más correctamente, a los gestores de éstas. Estos hombres y mujeres tienen suficientes incentivos y poder para maximizar sus beneficios, por encima de los intereses de los accionistas de las empresas y de la propia sociedad.
En cada uno de los 12 capítulos, el autor va desgranando los aspectos de este fraude del que participamos todos:
el eufemismo a la hora de nombrar al capitalismo corporativo, el verdadero y escaso poder de los consumidores y votantes ante el de las corporaciones, la doble moral a la hora de contemplar el trabajo, la existencia de verdaderas burocracias empresariales, el poder de los empresarios ante los accionistas, la confusión entre lo privado y lo público (o la intromisión de lo privado cada vez más en lo público), la imposibilidad de predecir el comportamiento económico, la inutilidad de las políticas económicas tradicionales, etc.
El pesimismo con el que cierra esta obra denota que Galbraith había perdido la esperanza. Creo que el haber vivido una gerra mundial, la de Vietnan y la de Irak, así como algunas de las más grandes crisis económicas de la historia. La economía tropieza una y otra vez, lo mismo que el propio ser humano (empeñado en guerras autodestructivas). Cada paso adelante es el preludio de un paso atrás.
Probablemente, mi edad y mi naturaleza me hacen ser más optimista. Creo que, a pesar de todo, cada vez que damos un par de pasos hacia delante, terminamos reculando y llendo uno hacia atrás. Pero el saldo es que hemos avanzado un paso cada vez. Avanzamos. A pesar de todo avanzamos. Aprendemos de nuestros errores. También en lo económico. Comparto con Galbraith gran parte del diagnóstico, pero no su conclusión.
Pienso que nos acercamos poco a poco a un punto de inflexión radical para la raza humana, nuestro medio ambiente está sufriendo las consecuencias de nuesrtra existencia y, o ponemos nuestros conocimientos y tecnología a trabajar en solucionarlo, o nos veremos abocados a una nueva crisis malthusiana. Pero, incluso así, sobreviviremos y avanzaremos.
Tristes palabras para terminar el que seguro sabía iba a ser su última obra. Galbraith se despide de sus lectores en este libro diseccionando lo que el denomina el "fraude inocente" de nuestro sistema económico. Aunque la expresión es un oxímoron, cuando se leen las explicaciones del viejo maestro de economistas, uno se da cuenta de que (otra vez) tiene razón. El mensaje central de este pequeño libro (se lee en una sentada) es que en la nueva etapa en la que está el capitalismo, el poder ha pasado a las grandes corporaciones o, más correctamente, a los gestores de éstas. Estos hombres y mujeres tienen suficientes incentivos y poder para maximizar sus beneficios, por encima de los intereses de los accionistas de las empresas y de la propia sociedad.
En cada uno de los 12 capítulos, el autor va desgranando los aspectos de este fraude del que participamos todos:
el eufemismo a la hora de nombrar al capitalismo corporativo, el verdadero y escaso poder de los consumidores y votantes ante el de las corporaciones, la doble moral a la hora de contemplar el trabajo, la existencia de verdaderas burocracias empresariales, el poder de los empresarios ante los accionistas, la confusión entre lo privado y lo público (o la intromisión de lo privado cada vez más en lo público), la imposibilidad de predecir el comportamiento económico, la inutilidad de las políticas económicas tradicionales, etc.
El pesimismo con el que cierra esta obra denota que Galbraith había perdido la esperanza. Creo que el haber vivido una gerra mundial, la de Vietnan y la de Irak, así como algunas de las más grandes crisis económicas de la historia. La economía tropieza una y otra vez, lo mismo que el propio ser humano (empeñado en guerras autodestructivas). Cada paso adelante es el preludio de un paso atrás.
Probablemente, mi edad y mi naturaleza me hacen ser más optimista. Creo que, a pesar de todo, cada vez que damos un par de pasos hacia delante, terminamos reculando y llendo uno hacia atrás. Pero el saldo es que hemos avanzado un paso cada vez. Avanzamos. A pesar de todo avanzamos. Aprendemos de nuestros errores. También en lo económico. Comparto con Galbraith gran parte del diagnóstico, pero no su conclusión.
Pienso que nos acercamos poco a poco a un punto de inflexión radical para la raza humana, nuestro medio ambiente está sufriendo las consecuencias de nuesrtra existencia y, o ponemos nuestros conocimientos y tecnología a trabajar en solucionarlo, o nos veremos abocados a una nueva crisis malthusiana. Pero, incluso así, sobreviviremos y avanzaremos.
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