Roma y los bárbaros. Una historia alternativa.
Terry Jones y Alan Ereira parten de un interesante contrafactual: ¿cómo hubiera sido Europa si Roma no hubiera existido? Para ello, el ex-Monty Piton y su colega se dedican a investigar en la historia de los bárbaros: aquellos que no eran romanos y que, casi por conmiseración, debían ser conquistados para disfrutar de los bienes de la civilización y el derecho.
A lo largo de los diferentes capítulos, los autores nos descubren (porque al menos para mi, mucho de lo que cuentan son verdaderos descubrimientos) una cara nueva de aquellos terribles bárbaros. Así, conocemos que los celtas tenían un elevado desarrollo de las matemáticas, habían inventado una cosechadora y construían calzadas. Pero también los persas y los griegos tenían avanzados conocimientos. Particularmente, los helenos, tenían máquinas de vapor y los babilonios fabricaban pilas (posiblemente para engañar a los romanos con piezas bañadas en oro).
Asimismo, al mirar a Roma desde el punto de vista de los bárbaros, descubrimos un pueblo belicoso, amante de la sangre que ciertamente posee un código legal, pero que en su afán por romanizar a los vencidos detuvo en muchas ocasiones el desarrollo de la tecnología y obsesionado por alejar lo más posible las fronteras de su ciudad natal.
Roma y los bárbaros, mantiene una tesis plausible y atractiva: los bárbaros no eran tan bárbaros como los pintaban los romanos y, en realidad, fueron ellos los que mantuvieron en pié durante siglos un imperio ya moribundo y al que el cristianismo católico dio la puntilla. Roma acabó convirtiéndose en una mezcla de pueblos que finalmente se repartieron los despojos del imperio de Occidente dando lugar a los estados medievales y a muchas de las naciones que hoy se transfiguran en el mapa de Europa.
Mi calificación: 8,5 sobre 10
A lo largo de los diferentes capítulos, los autores nos descubren (porque al menos para mi, mucho de lo que cuentan son verdaderos descubrimientos) una cara nueva de aquellos terribles bárbaros. Así, conocemos que los celtas tenían un elevado desarrollo de las matemáticas, habían inventado una cosechadora y construían calzadas. Pero también los persas y los griegos tenían avanzados conocimientos. Particularmente, los helenos, tenían máquinas de vapor y los babilonios fabricaban pilas (posiblemente para engañar a los romanos con piezas bañadas en oro).
Asimismo, al mirar a Roma desde el punto de vista de los bárbaros, descubrimos un pueblo belicoso, amante de la sangre que ciertamente posee un código legal, pero que en su afán por romanizar a los vencidos detuvo en muchas ocasiones el desarrollo de la tecnología y obsesionado por alejar lo más posible las fronteras de su ciudad natal.
Roma y los bárbaros, mantiene una tesis plausible y atractiva: los bárbaros no eran tan bárbaros como los pintaban los romanos y, en realidad, fueron ellos los que mantuvieron en pié durante siglos un imperio ya moribundo y al que el cristianismo católico dio la puntilla. Roma acabó convirtiéndose en una mezcla de pueblos que finalmente se repartieron los despojos del imperio de Occidente dando lugar a los estados medievales y a muchas de las naciones que hoy se transfiguran en el mapa de Europa.
Mi calificación: 8,5 sobre 10
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