La economía financiera y los sueños

Si, éste es un título al más puro estilo freakonomics. ¿Que tienen en común la economía financiera y los sueños?: la ilusión. Materia prima de los segundos y motor del intercambio para los primeros. Cierto es que la ilusión, en forma de expectativas, también está directamente presente en lo que denominamos economía real, donde se entreteje con las necesidades para dar lugar a la oferta y la demanda de bienes y servicios. Sin embargo, es precisamente esa contaminación con objetos materiales o con necesidades reales la que la ancla al mundo material. La materialidad de los bienes, la necesidad de tiempo y espacio para la prestación de servicios, suponen un freno a la expansión de la economía.
Sin embargo, cuando hablamos del lado financiero, las cosas pierden corporeidad: ya no tratamos con objetos, casi que ni con dinero. Se trata de operaciones anotadas en cuentas, firmadas en contratos estándar y, a lo sumo, rubricadas ante notario. En el primer eslabón de la cadena aún sigue existiendo un lazo de unión con el mundo real: se trata de un servicio financiero que no surgiría si no hubiera intercambio de bienes, o prestaciones de servicios. Pero el mundo financiero ha sabido escapar de la aburrida y lineal Realidad. Se han creado mercados secundarios, se han activado en forma de títulos intercambiables las deudas de otros, se han edificado mercados de futuros para reducir incertidumbres y se han puesto en marcha sistemas para financiar a los que operan en dichos mercados. El resultado es un enorme volumen de intercambio de papel, que sirve de lubricante para el mundo real, pero que a base de digitalizarse y crecer se ha convertido en un mundo aparte, en el que el impacto de los sucesos no se mide tanto por los hechos en sí, sino por las expectativas que sobre estos se generan o, en el peor de los casos, por rumores sobre sucesos que transforman expectativas. Ilusión en estado puro. De la misma manera que alguien que compra un billete de lotería piensa que le puede tocar, el que compra una acción, o un bono, o un vehículo estructurado, lo hace pensando no sólo que puede ganar, sino que con toda probabilidad lo hará. Por eso, cualquier cosa que oiga. o que lea, o que vea, que ponga en peligro su ganancia dispara su instinto de supervivencia y le lanza a la tarea de salvar los muebles. En estos días pasados, un rumor sin consistencia, que planteaba la próxima aprobación de un plan de rescate para España pulverizó los registros del IBEX (a la baja) y los del riesgo país (al alza). No era cierto, pero los inversores en la Bolsa nacional y los prestamistas del mercado internacional pensaron que podría serlo, porque sus ilusiones sobre la marcha de la economía española hacía tiempo que flojeaban. Afortunadamente, en cuanto se disiparon los rumores y el BCE reabrió el grifo de la liquidez sin fronteras, el IBEX se desmelenó batiendo nuevamente sus registros (al alza).
Lo más curioso es que todo este entramado, tan aparentemente alejado de la realidad tiene cada vez una influencia mayor sobre ella. No hay que olvidar que, en última instancia, sigue existiendo un fino hilo que conecta ambos mundos. Y no olvidemos que los mercados financieros proveen de recursos de capital a las empresas para sus inversiones y a las familias para sus gastos (e inversiones).
Concluyendo y resumiendo la idea que deberían trasladar estas líneas. Los mercados financieros, al hacerse más y más grandes, se vuelven más y más sensibles a la marcha de las ilusiones (como los sueños) pero, paradójicamente, al mismo tiempo, más y más importante y rápida es su incidencia sobre la economía real.
Ah, se me olvidaba: no olvides que los sueños y las ilusiones son etéreas y volubles. Muy volubles.

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