Revoluciones, redes sociales y el precio del pan

Hace unos días leía sobre la influencia de las redes sociales en el estallido de las revoluciones en Oriente Próximo y el Norte de África. De una parte me encontraba con comentaristas que planteaban el papel central de redes sociales como Twitter y FaceBook en los estallidos. De otro lado, estaba el planteamiento del hartazgo como principal elemento aglutinador de esas sociedades y la importancia, sólo como elemento de comunicación hacia fuera de las redes.
En ese debate, lo digo ya, me inclino a creer que las redes sólo han sido un elemento multiplicador. Si habláramos de una reacción química, Internet sería el catalizador, el compuesto que acelera y amplifica la reacción. Pero, reconozco que, en el fondo, seguía habiendo algo que no cuadraba: ¿Por qué ahora y no antes? ¿Por qué después de 30 años de dictadura? ¿Por qué no en la década de los 80? ¿Por qué no hace dos años?
Parece evidente que una vez encendida la llama y visto el éxito (al menos a priori) de la Revolución de los Jazmines –paralela a la revolución de los claveles en tantas cosas– la repetición del fenómeno estaba cantada. Pero sigue siendo un enigma el por qué en este momento. Si uno lo piensa seriamente y sabiendo lo poco que sabemos de ese mundo en este Occidente tan pagado de si mismo y tan eurocentrista, lo primero que llama la atención es que no haya sido AlQaeda o alguno de los movimientos musulmanes integristas los protagonistas de las protestas. ¿Había algo que no nos contaban? ¿Bajo esa capa de prejuicios y de nuestro miedo al integrismo islámico una nueva generación estaba formándose a la imagen y semejanza de nosotros mismos? ¿Sería posible que no fueran las ligas europeas lo único que estaba entrando por las televisiones magrebíes? ¿Sería cierto que el acceso a Internet fuera más elevado que el sospechado y que la mayor parte de la población con acceso no lo usara para fines terroristas? Parece ahora que todas esas preguntas tenían una respuesta afirmativa.
A todo esto, hoy, en la lista de distribución de ECOAGRA de la Red Iris, alguien ha hecho notar la coincidencia de estos sucesos con el estado de aumento de los precios de los alimentos y el consiguiente miedo al desabastecimiento de los mercados. Y, entonces, lo he visto de repente todo mucho más claro.
El aumento de población y los efectos de la mala distribución (o nula distribución) de la riqueza en esos países tenían como vías de escape la huída física del país en busca de oportunidades (sin olvidar el flujo de ingresos que suponían las remesas de esos emigrados), o bien la huída mental a través de la religión y, en los casos más extremos, la alienación que supone el mensaje guerrasantista de los grupos terroristas. La situación era mala, pero no era desesperada. El crecimiento económico mundial creaba posibilidades de escape en la primera dimensión y los anquilosados sistemas económicos podían crecer incluso en entornos de coyuntura expansiva.
Sin embargo, ahora la cosa ha cambiado. Los vecinos ricos que importaban emigrantes y exportaban turistas y remesas se llevan dos años de tribulaciones, en las que los intercambios de personas y dinero se han visto obstaculizados no sólo por las leyes, sino también por la dura realidad. Y, en esto, los precios de los alimentos vuelven a escalar donde ya estuvieron en 2009, aunque en una coyuntura económica más debilitada.

Fuente: FAO.org

Las opciones ya no pasan por la huída, ni por esperar que huyan los familiares y amigos para que nos ayuden desde fuera. Y no parece que todo el mundo esté pensando en integrarse en AlQaeda para autoinmolarse en nombre de Alá. Ahora los precios de la cesta de la compra suben en casa y el problema hay que resolverlo en casa, porque de fuera no están en condiciones de echarnos una mano. De ahí también las revueltas por la carestía de los alimentos cada vez parezcan más claramente el prólogo de lo que se ha vivido en Túnez y se está viviendo en Egipto.
Si no tienes libertad pero comes cada día, por mucha Internet de la que dispongas, tus ganas de protestar se ven mitigadas. Pero junta en la misma ecuación pobreza, falta de libertad personal y económica, acceso a Internet y falta de pan. Hazlo, y seguramente tendrás como resultado justo lo que está pasando en el Magreb y el Cercano Oriente.

Comentarios

  1. Os invito a leer mi opinión sobre este conflicto aquí:

    http://observadorsubjetivo.blogspot.com/2011/02/cambiar-para-que-nada-cambie.html

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