Las frutas y hortalizas en el contexto mundial
Este artículo me lo ha publicado El Economista hoy. Habrá ampliación, ya que el espacio que me han dado era demasiado pequeño:
La FAO nos predice el crecimiento de la demanda mundial de alimentos y la incapacidad a corto plazo de la oferta para ajustarse. Ésta sería la principal causa del aumento de los precios de los alimentos que, por otra parte, corre sospechosamente parejo al de las materias primas. Sin embargo, los productores de frutas y hortalizas españoles y, por ende, los andaluces, llevan años viendo decaer las cotizaciones de sus productos en términos reales. ¿Qué está pasando? La demanda alimentaria, es cierto, tiende a crecer merced a dos movimientos tendenciales de amplia influencia como son el aumento de la población mundial, por un lado, y el aumento del consumo per cápita derivado de las ganancias de renta de amplias capas de población en los países emergentes. Estas poblaciones, además, como demostrativo de su nuevo estatus, consumen bajo un patrón cada vez más occidentalizado.
Sin embargo, en el caso de las frutas y hortalizas sucede que las producciones no sólo crecen por encima de la demanda, sino que sus características como alimentos perecederos impiden en muchos casos recurrir al almacenamiento como herramienta de control de precios o el transporte a larga distancia para el alivio de los mercados en momentos de sobreoferta. La especialización productiva de los cultivadores de frutas y hortalizas implica que el esfuerzo de los productores y comercializadores les obliga a competir en un mercado relativamente abierto, en el que los consumidores ni están cambiando sus paneles de consumo alimentario hacia el modelo occidental, ni están incrementando sustancialmente su consumo per cápita. En ese mercado cada día, además, hay más competidores terceros ansiosos por entrar porque, lo que sí tienen los consumidores europeos, es un destacado poder adquisitivo.
El reto no es fácil. En realidad, es endiabladamente complicado, y no bastan soluciones sencillas, sino que seguramente se precisará un conjunto de ellas, que habrán de ponerse en marcha de manera coordinada a diversos niveles de la cadena agroalimentaria, y hasta en el entorno institucional.
La FAO nos predice el crecimiento de la demanda mundial de alimentos y la incapacidad a corto plazo de la oferta para ajustarse. Ésta sería la principal causa del aumento de los precios de los alimentos que, por otra parte, corre sospechosamente parejo al de las materias primas. Sin embargo, los productores de frutas y hortalizas españoles y, por ende, los andaluces, llevan años viendo decaer las cotizaciones de sus productos en términos reales. ¿Qué está pasando? La demanda alimentaria, es cierto, tiende a crecer merced a dos movimientos tendenciales de amplia influencia como son el aumento de la población mundial, por un lado, y el aumento del consumo per cápita derivado de las ganancias de renta de amplias capas de población en los países emergentes. Estas poblaciones, además, como demostrativo de su nuevo estatus, consumen bajo un patrón cada vez más occidentalizado.
Sin embargo, en el caso de las frutas y hortalizas sucede que las producciones no sólo crecen por encima de la demanda, sino que sus características como alimentos perecederos impiden en muchos casos recurrir al almacenamiento como herramienta de control de precios o el transporte a larga distancia para el alivio de los mercados en momentos de sobreoferta. La especialización productiva de los cultivadores de frutas y hortalizas implica que el esfuerzo de los productores y comercializadores les obliga a competir en un mercado relativamente abierto, en el que los consumidores ni están cambiando sus paneles de consumo alimentario hacia el modelo occidental, ni están incrementando sustancialmente su consumo per cápita. En ese mercado cada día, además, hay más competidores terceros ansiosos por entrar porque, lo que sí tienen los consumidores europeos, es un destacado poder adquisitivo.
El reto no es fácil. En realidad, es endiabladamente complicado, y no bastan soluciones sencillas, sino que seguramente se precisará un conjunto de ellas, que habrán de ponerse en marcha de manera coordinada a diversos niveles de la cadena agroalimentaria, y hasta en el entorno institucional.
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