Economía social y resiliencia
Columna para El Economista la semana que viene.
La semana pasada asistí a la Escuela de Economía Social de Aguilar de Campoo, un curso de verano que se realiza en el Monasterio de Santa María la Real, entre el aroma de las galletas y el sabor del románico. Entre los ponentes había muchos andaluces, lo que es un indicador de la calidad y cantidad de nuestro tejido de empresas de economía social y de nuestros académicos expertos en la materia.
Uno de los temas reincidentes de la jornada inicial fue el "efecto refugio" de la economía social en tiempos de crisis. Dada su particular relación con el territorio y la sociedad en la que se desarrolla, se muestra más flexible y sólida ante situaciones como las que está viviendo la economía española. En realidad, no sería justo relacionar esta mayor capacidad de resistencia a las empresas de economía social exclusivamente. Creo que la clave está, más que en la forma jurídica, en las relaciones con su entorno cercano y su inserción en sistemas productivos locales (SPL).
La crisis ha atacado con fuerza a casi todos los sectores ya que, al tiempo que se ha producido una intensa restricción del crédito, la demanda nacional también se ha contraído. Ante un entorno como éste, las empresas no lo tienen nada fácil. Pero si están inmersas en el entramado de relaciones y conocimientos que se generan en los SPL, sus oportunidades de supervivencia se acrecientan, ya que en situaciones límite es más sencillo optar por la colaboración, tienen la ventaja de la flexibilidad y cuentan con un apoyo tácito y expreso de su sociedad, ya que en ellos se sustenta el proceso de creación de riqueza del territorio.
En el fondo, lo que digo es que me da la impresión de que esta economía de lo pequeño, esta economía social, constituida por cooperativas, sociedades laborales, autónomos y, en general, pequeñas empresas que se enmarañan en clústers locales, tiene una mayor resiliencia que la de desarrollos exógenos: aguantan mejor y se recuperan antes.
La semana pasada asistí a la Escuela de Economía Social de Aguilar de Campoo, un curso de verano que se realiza en el Monasterio de Santa María la Real, entre el aroma de las galletas y el sabor del románico. Entre los ponentes había muchos andaluces, lo que es un indicador de la calidad y cantidad de nuestro tejido de empresas de economía social y de nuestros académicos expertos en la materia.
Uno de los temas reincidentes de la jornada inicial fue el "efecto refugio" de la economía social en tiempos de crisis. Dada su particular relación con el territorio y la sociedad en la que se desarrolla, se muestra más flexible y sólida ante situaciones como las que está viviendo la economía española. En realidad, no sería justo relacionar esta mayor capacidad de resistencia a las empresas de economía social exclusivamente. Creo que la clave está, más que en la forma jurídica, en las relaciones con su entorno cercano y su inserción en sistemas productivos locales (SPL).
La crisis ha atacado con fuerza a casi todos los sectores ya que, al tiempo que se ha producido una intensa restricción del crédito, la demanda nacional también se ha contraído. Ante un entorno como éste, las empresas no lo tienen nada fácil. Pero si están inmersas en el entramado de relaciones y conocimientos que se generan en los SPL, sus oportunidades de supervivencia se acrecientan, ya que en situaciones límite es más sencillo optar por la colaboración, tienen la ventaja de la flexibilidad y cuentan con un apoyo tácito y expreso de su sociedad, ya que en ellos se sustenta el proceso de creación de riqueza del territorio.
En el fondo, lo que digo es que me da la impresión de que esta economía de lo pequeño, esta economía social, constituida por cooperativas, sociedades laborales, autónomos y, en general, pequeñas empresas que se enmarañan en clústers locales, tiene una mayor resiliencia que la de desarrollos exógenos: aguantan mejor y se recuperan antes.
Es muy interesante la aplicación del concepto de resiliencia. La historia económica nos ilustra al respecto. Los sectores sostenidos por iniciativas locales han sido más duraderos que los apoyados en iniciativas foráneas. En esa idea hay una contribución académica intersante. Tenemos que echarle una pensaílla. Salud.
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