Gracias Europa
Escrito a petición de mis amigos del Diario de Almería para conmemorar los 25 años de la adhesión del Reino de España a las Comunidades Europeas (que eran más de una: cómo me acuerdo en este momento de mi querida Maruchy y sus clases de estructura económica con las que tanto sufrí):
El 1 de enero de 1986 España pasaba a ser miembro de pleno derecho de la entonces CEE. Daban fruto al fin los esfuerzos de varios gobiernos (desde la época de la dictadura) para entrar en tan selecto club. Con España y Portugal el Mercado Común llegaba a contabilizar 12 países y se extendía desde el Atlántico hasta el Báltico, y por el Este hasta Grecia.
Desde entonces, nuestra historia económica no se puede desligar de la europea. En los últimos 25 años hemos asistido a las sucesivas ampliaciones, hemos construido el Mercado Único y, en última instancia, hemos formado parte de la Unión Monetaria. Es decir, del euro. Esta moneda, que tan mala fama está acumulando en los últimos meses, con ataques desde el Reino Unido y EEUU, ha sido para España una poderosa palanca de crecimiento económico. La memoria humana es corta, pero más corta aún es la memoria en relación con la economía, y se nos olvidan los tipos de interés que reinaban en España allá por 1985, o en 1995.
Dentro de este marco general, la trayectoria de la provincia de Almería es ejemplar en términos de su relación con la UE. Gran parte de su desarrollo está vinculado al proceso de unión económica y monetaria. De hecho, el momento en el que más crecieron las exportaciones almerienses de hortalizas está relacionado con la firma del Acta Única y el final anticipado del leonino período transitorio al que nuestras frutas y hortalizas estaban sometidas en 1993. Pero es que nuestras principales fuentes de turistas extranjeros provenían y provienen de la Unión. Y una parte importante de nuestras infraestructuras (las mismas que permiten que salgan nuestros productos y lleguen nuestros turistas) han estado financiadas con dinero de Bruselas.
En resumen, si echamos la vista atrás, los activos generados por nuestra pertenencia a la Comunidad y la creciente vinculación con los socios de la Eurozona son mucho mayores que los pasivos, a pesar incluso de la pérdida de soberanía que significa hoy no contar con la peseta y no poder, por tanto, realizar una devaluación competitiva. Hoy España es uno de los países más ricos del mundo y una gran parte de esto es consecuencia directa del trabajo de los españoles, pero hay que reconocer que la ayuda de nuestros socios comerciales ha sido también decisiva.
El 1 de enero de 1986 España pasaba a ser miembro de pleno derecho de la entonces CEE. Daban fruto al fin los esfuerzos de varios gobiernos (desde la época de la dictadura) para entrar en tan selecto club. Con España y Portugal el Mercado Común llegaba a contabilizar 12 países y se extendía desde el Atlántico hasta el Báltico, y por el Este hasta Grecia.
Desde entonces, nuestra historia económica no se puede desligar de la europea. En los últimos 25 años hemos asistido a las sucesivas ampliaciones, hemos construido el Mercado Único y, en última instancia, hemos formado parte de la Unión Monetaria. Es decir, del euro. Esta moneda, que tan mala fama está acumulando en los últimos meses, con ataques desde el Reino Unido y EEUU, ha sido para España una poderosa palanca de crecimiento económico. La memoria humana es corta, pero más corta aún es la memoria en relación con la economía, y se nos olvidan los tipos de interés que reinaban en España allá por 1985, o en 1995.
Dentro de este marco general, la trayectoria de la provincia de Almería es ejemplar en términos de su relación con la UE. Gran parte de su desarrollo está vinculado al proceso de unión económica y monetaria. De hecho, el momento en el que más crecieron las exportaciones almerienses de hortalizas está relacionado con la firma del Acta Única y el final anticipado del leonino período transitorio al que nuestras frutas y hortalizas estaban sometidas en 1993. Pero es que nuestras principales fuentes de turistas extranjeros provenían y provienen de la Unión. Y una parte importante de nuestras infraestructuras (las mismas que permiten que salgan nuestros productos y lleguen nuestros turistas) han estado financiadas con dinero de Bruselas.
En resumen, si echamos la vista atrás, los activos generados por nuestra pertenencia a la Comunidad y la creciente vinculación con los socios de la Eurozona son mucho mayores que los pasivos, a pesar incluso de la pérdida de soberanía que significa hoy no contar con la peseta y no poder, por tanto, realizar una devaluación competitiva. Hoy España es uno de los países más ricos del mundo y una gran parte de esto es consecuencia directa del trabajo de los españoles, pero hay que reconocer que la ayuda de nuestros socios comerciales ha sido también decisiva.
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