Los activos oscuros

Esta entrada comienza con un desayuno, esta mañana, con un ex-compañero del ex-departamento de economía aplicada. De vez en cuando tomamos un café juntos (cada uno el suyo) y, como no, hablamos de economía. Hoy casi pactamos que no hablaríamos de la crisis, pero fue imposible. No sé de qué manera terminamos conversando sobre el exceso de pesimismo que nos rodea. Él ahora trabaja de consultor y nos contamos lo frustrante que es que la gente no asuma ningún riesgo cuando está en condiciones de hacerlo (nos referíamos a gente con capacidad económica). El miedo infla la burbuja del pesimismo y nos incapacita cualquier movimiento.
De la burbuja del pesimismo creí que íbamos a pasar a hablar de fórmulas para pincharla,  pero nos desviamos a otro de nuestros temas favoritos: el papel de Alemania en este asunto y su política suicida autista. No nos entretuvimos mucho, saltamos a la emigración  y a la posibilidad de que los que hoy emigran de España puedan un día volver con capital económico y relacional y con conocimientos renovados para invertir en España y poderse retirar en su país. Este es un tema controvertido y justo ayer, con una compañera y un profesor de inglés discutíamos de si los emigrantes de hoy mantendrán la tasa de retorno de los que se fueron a Alemania y Francia en los 60.
La conversación se centró por un momento en ese punto, pero derivó de nuevo a la burbuja de pesimismo y a la circunstancia de que, sin darnos cuenta, a base de devaluarnos internamente, hemos vuelto a ser un país barato, con conocimientos y capacidades de un país de primera fila. Y, entonces, se me encendió la luz. España tiene ahora mismo un tremendo problema de acceso al crédito. Lo tiene el Estado, lo tiene la banca y lo tienen las empresas. Pero durante la década anterior hemos estado invirtiendo en maquinaria y bienes de equipo (no en construcción) una media de 60.700 millones de euros por año. Y ese capital está ahí. Sigue ahí. Alguno estará posiblemente amortizado, pero el constituido en los 2-3 años anteriores a la crisis y los posteriores sigue estando en condiciones de ser puesto a trabajar.

Fuente: INE

Es posible que la mayor parte, además, esté en empresas que han terminado en concurso de acreedores y en la quiebra. Pero eso no es necesariamente malo de cara al futuro. En su libro La Tierra es plana, Thomas Friedman habla de la fibra oscura y el papel que ésta tuvo en el lanzamiento de India. Dicha fibra era la fibra óptica que se había tendido durante el boom de Internet y que había quedado en desuso tras el estallido de la burbuja. Aquella inversión ruinosa, llamada fibra oscura, resulta que pudo ser comprada a precios de liquidación por otras empresas y sirvió para multiplicar las conexiones entre los continentes a un coste mucho más reducido. Dicha fibra permitió que India se conectara con los mercados mundiales y que despertara su potencial.
Nuestra burbuja ha estallado, nuestros activos se han depreciado, nuestros salarios también; no tenemos acceso al crédito y muchos de los nuestros y de los que llegaron más tarde se están marchando. Pero algún día todo eso tendrá que parar, y entonces nos daremos cuenta de que muchas inversiones de los ahora denostados años locos, recompradas a precios de saldo (nuestros activos oscuros), podrán ser rentables, muy rentables. Y nos daremos cuenta de que nuestro capital humano seguirá ahí y que nuestras empresas han jugado bien en el mercado internacional y todas esas cualidades que estamos aprendiendo se podrán poner en funcionamiento. Y volveremos a crear oportunidades. Sólo espero que ese futuro que entreveo no tarde demasiado en materializarse y que tardemos mucho más de una generación en volver a meter la pata porque, como enseñan Galbraith o Reinhart, esto volverá a pasar.


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