El péndulo de la muerte
¿Cuáles son las causas del miedo?
Si lo pensamos profundamente, las fuentes de nuestros miedos son relativamente pocas:
En primer lugar está el miedo a lo desconocido, que engloba el miedo a la incertidumbre, al futuro, a lo que nos es ajeno. En este campo incluso incorporaría las fobias, dado que son cosas o animales a los que no queremos conocer. También están los monstruos y seres de las tinieblas que son, en última instancia, explicaciones (poco convincentes a los ojos de un urbanita del siglo XXI) mágicas y más o menos siniestras sobre aquello a lo que no encontramos explicación.
Luego está el miedo absoluto. El miedo ancestral a la muerte y a todo lo que la rodea. Aunque, si lo pensamos mejor, en el fondo se trata también de un miedo a lo desconocido. Es nuestra falta de conocimiento sobre la misma lo que nos asusta, lo que nos hace temerla. Por eso la fértil imaginación humana se ha encargado de plagarla de imágenes que nos permiten un cierto grado de certidumbre.
Por último, está el miedo a la pseudomuerte, a medio camino de los dos tipos anteriores y que nos sitúa en los albores de nuestra humanidad, cuando aún no conocíamos el fuego y las noches sin luna eran misteriosas y amenazadoras. La oscuridad.
Poe dominaba todos esos palos. De hecho, no en vano, se le considera el precursor de los géneros del terror y del misterio. Aunque sus mayores esfuerzos los dedicó a la poesía, el género literario más perfecto, es en el cuento en el campo en la que la genialidad de este autor llega a su máxima expresión. La mayor parte de sus relatos breves transportan al lector a una época gótica y asfixiante, en la que se suceden extraños sucesos, en los que el mal toma cuerpo, en los que la ciencia va más allá de los límites o en los que, simplemente, el miedo exuda entre sus párrafos.
En esta película de 1961, Corman juega con los giros constantemente. La historia se reescribe cada pocos minutos y el flashback se convierte en el eje vertebrador de la trama. La película se ve antigua, incluso más antigua de lo que es, posiblemente por la enorme teatralidad de las interpretaciones. En esta versión de El pozo y el péndulo, aparecen algunas de las constantes de Poe como el miedo a ser enterrado vivo o un amor que va más allá de la muerte. Y está el romanticismo: España, los celos, la naturaleza presente en el viento y en el mar embravecido, y la pasión amorosa desbordada.
Aunque la interpretación, el guión, el montaje y los evidentes decorados pintados le dan un toque demodé a la película, hay que reconocer que, precisamente, a Poe y a este relato les vienen que ni pintados.
Que ustedes se asusten bien…
Si lo pensamos profundamente, las fuentes de nuestros miedos son relativamente pocas:
En primer lugar está el miedo a lo desconocido, que engloba el miedo a la incertidumbre, al futuro, a lo que nos es ajeno. En este campo incluso incorporaría las fobias, dado que son cosas o animales a los que no queremos conocer. También están los monstruos y seres de las tinieblas que son, en última instancia, explicaciones (poco convincentes a los ojos de un urbanita del siglo XXI) mágicas y más o menos siniestras sobre aquello a lo que no encontramos explicación.
Luego está el miedo absoluto. El miedo ancestral a la muerte y a todo lo que la rodea. Aunque, si lo pensamos mejor, en el fondo se trata también de un miedo a lo desconocido. Es nuestra falta de conocimiento sobre la misma lo que nos asusta, lo que nos hace temerla. Por eso la fértil imaginación humana se ha encargado de plagarla de imágenes que nos permiten un cierto grado de certidumbre.
Por último, está el miedo a la pseudomuerte, a medio camino de los dos tipos anteriores y que nos sitúa en los albores de nuestra humanidad, cuando aún no conocíamos el fuego y las noches sin luna eran misteriosas y amenazadoras. La oscuridad.
Poe dominaba todos esos palos. De hecho, no en vano, se le considera el precursor de los géneros del terror y del misterio. Aunque sus mayores esfuerzos los dedicó a la poesía, el género literario más perfecto, es en el cuento en el campo en la que la genialidad de este autor llega a su máxima expresión. La mayor parte de sus relatos breves transportan al lector a una época gótica y asfixiante, en la que se suceden extraños sucesos, en los que el mal toma cuerpo, en los que la ciencia va más allá de los límites o en los que, simplemente, el miedo exuda entre sus párrafos.
En esta película de 1961, Corman juega con los giros constantemente. La historia se reescribe cada pocos minutos y el flashback se convierte en el eje vertebrador de la trama. La película se ve antigua, incluso más antigua de lo que es, posiblemente por la enorme teatralidad de las interpretaciones. En esta versión de El pozo y el péndulo, aparecen algunas de las constantes de Poe como el miedo a ser enterrado vivo o un amor que va más allá de la muerte. Y está el romanticismo: España, los celos, la naturaleza presente en el viento y en el mar embravecido, y la pasión amorosa desbordada.
Aunque la interpretación, el guión, el montaje y los evidentes decorados pintados le dan un toque demodé a la película, hay que reconocer que, precisamente, a Poe y a este relato les vienen que ni pintados.
Que ustedes se asusten bien…
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