¿Por qué es tan importante el ferrocarril para el futuro de Almería?
Hace muchos años me explicaron el concepto de competitividad del territorio. Esta cualidad venía definida por una gran variedad de factores, desde los climáticos hasta los infraestructurales. Incorpora cuestiones tales como la climatología, la geografía (no solo la situación, sino también orografía e hidrología), la cercanía a los centros económicos, los modos de comunicación, la calidad de sus instituciones, la competitividad de otros territorios (con los que se puede establecer cierta competencia) … Y a día de hoy tendría que incorporar también el estado de las conexiones digitales, además de las físicas.
Visto así, el territorio almeriense cuenta con indudables ventajas como la amable climatología que hace más luminosa nuestra vida, pero también suma una elevada nómina de desventajas: está situado en una esquina de la UE (muy lejos de los principales mercados, los de Centro Europa), es muy montañoso, y tiene unos sistemas de comunicaciones, a priori completos (hay puertos, ferrocarril, aeropuerto y una buena red de carreteras), pero mayoritariamente muy limitados en su potencial. Obviamente, a medida que un territorio se sitúa más en la periferia, más importantes son las formas en que este se conecta con los nodos económicos para mejorar su competitividad.
Por cierto, aunque no lo haya comentado, esa competitividad territorial define el atractivo de una determinada área para atraer actividad económica, capitales y personas. Otra cuestión previa antes de entrar en harina: la competitividad territorial, como la empresarial, es móvil; cambia con el tiempo y con las circunstancias. Es indudable que ahora estamos en mejor disposición que hace siglo y medio cuando desde Málaga a Almería se tardaban dos días en llegar.
¿Con qué cuenta Almería? Pues, de momento, con un núcleo muy potente de producción de hortalizas y relativamente cercano a uno de los mercados de mayor poder adquisitivo del mundo y deficitario en estos productos durante una gran parte del año. Contamos con un estupendo clima y un territorio no excesivamente agredido (aunque bastante más que hace 20 años) que nos posiciona como un destino turístico de sol y playa de cierta entidad, aunque con ciertas dificultades de acceso. Mantenemos una cierta inercia económica, aunque mucho menos intensa desde el estallido de la crisis.
Desde la perspectiva de las conexiones, y sobre el papel, la situación de Almería no debería considerarse tan mala. Pero, en la esfera real contamos con un aeropuerto en el que resulta más barato ir al extranjero que a los centros económicos del país (Sevilla, es una excepción subvencionada) y del que no salen mercancías regularmente, un puerto que aprovecha nuestra posición en el Estrecho como principal fuente de ingresos, pero que está desconectado de otros medios y que, por tanto, ve muy reducido su hinterland (su área de influencia económica). Afortunadamente, disponemos de una red de carreteras que por fin ha dejado de ser radial y permite que nuestras mercancías salgan hacia los mercados por el camino más corto (aunque no es más barato). Finalmente, contamos con un ferrocarril anticuado, lento, poco fiable, cuyo trazado nos aleja de nuestros principales mercados. Además, otros territorios que compiten con nosotros en turismo y agricultura (Granada, Málaga y Murcia) comienzan a contar con dotaciones que abaratan sus conexiones o que las acortan de manera radical en términos de tiempo. Y, por si fuera poco, allí donde se venden mejor nuestras mercancías se comienzan a tomar medidas en contra del transporte por carretera (el único que actualmente es realmente competitivo para ser usado desde Almería) y la UE nos habla de las autopistas del mar y del uso del ferrocarril para las medias y largas distancias. En esa realidad, espero no estar siendo demasiado pesimista, Almería es ni más ni menos que una isla.
Un ferrocarril moderno, rápido, fiable, capaz de llevar personas y mercancías (que no se nos olviden) a los nodos de nuestra red económica principal es indispensable para la mejora de nuestra competitividad territorial. Aunque no es lo único, sí es de lo más importante. Nadie está en disposición de adivinar por dónde va a transcurrir el futuro (salvo Julio Verne), por eso es vital no cerrar ninguna puerta hacia el mismo: nunca se sabe por dónde van a ir los tiros. Pero en este caso hay instituciones supranacionales que nos están advirtiendo desde hace años por dónde quieren que estos transcurran.Y están regulando en esa dirección.
¿Queremos seguir contando o preferimos quedarnos esperando en el andén a que la lotería de la historia nos vuelva a situar en el centro de la red económica mundial como en el siglo XI?
Yo, personalmente, quiero que Almería se suba al tren. Y por eso he firmado el manifiesto de CALIFAL.
Visto así, el territorio almeriense cuenta con indudables ventajas como la amable climatología que hace más luminosa nuestra vida, pero también suma una elevada nómina de desventajas: está situado en una esquina de la UE (muy lejos de los principales mercados, los de Centro Europa), es muy montañoso, y tiene unos sistemas de comunicaciones, a priori completos (hay puertos, ferrocarril, aeropuerto y una buena red de carreteras), pero mayoritariamente muy limitados en su potencial. Obviamente, a medida que un territorio se sitúa más en la periferia, más importantes son las formas en que este se conecta con los nodos económicos para mejorar su competitividad.
Por cierto, aunque no lo haya comentado, esa competitividad territorial define el atractivo de una determinada área para atraer actividad económica, capitales y personas. Otra cuestión previa antes de entrar en harina: la competitividad territorial, como la empresarial, es móvil; cambia con el tiempo y con las circunstancias. Es indudable que ahora estamos en mejor disposición que hace siglo y medio cuando desde Málaga a Almería se tardaban dos días en llegar.
¿Con qué cuenta Almería? Pues, de momento, con un núcleo muy potente de producción de hortalizas y relativamente cercano a uno de los mercados de mayor poder adquisitivo del mundo y deficitario en estos productos durante una gran parte del año. Contamos con un estupendo clima y un territorio no excesivamente agredido (aunque bastante más que hace 20 años) que nos posiciona como un destino turístico de sol y playa de cierta entidad, aunque con ciertas dificultades de acceso. Mantenemos una cierta inercia económica, aunque mucho menos intensa desde el estallido de la crisis.
Desde la perspectiva de las conexiones, y sobre el papel, la situación de Almería no debería considerarse tan mala. Pero, en la esfera real contamos con un aeropuerto en el que resulta más barato ir al extranjero que a los centros económicos del país (Sevilla, es una excepción subvencionada) y del que no salen mercancías regularmente, un puerto que aprovecha nuestra posición en el Estrecho como principal fuente de ingresos, pero que está desconectado de otros medios y que, por tanto, ve muy reducido su hinterland (su área de influencia económica). Afortunadamente, disponemos de una red de carreteras que por fin ha dejado de ser radial y permite que nuestras mercancías salgan hacia los mercados por el camino más corto (aunque no es más barato). Finalmente, contamos con un ferrocarril anticuado, lento, poco fiable, cuyo trazado nos aleja de nuestros principales mercados. Además, otros territorios que compiten con nosotros en turismo y agricultura (Granada, Málaga y Murcia) comienzan a contar con dotaciones que abaratan sus conexiones o que las acortan de manera radical en términos de tiempo. Y, por si fuera poco, allí donde se venden mejor nuestras mercancías se comienzan a tomar medidas en contra del transporte por carretera (el único que actualmente es realmente competitivo para ser usado desde Almería) y la UE nos habla de las autopistas del mar y del uso del ferrocarril para las medias y largas distancias. En esa realidad, espero no estar siendo demasiado pesimista, Almería es ni más ni menos que una isla.
Un ferrocarril moderno, rápido, fiable, capaz de llevar personas y mercancías (que no se nos olviden) a los nodos de nuestra red económica principal es indispensable para la mejora de nuestra competitividad territorial. Aunque no es lo único, sí es de lo más importante. Nadie está en disposición de adivinar por dónde va a transcurrir el futuro (salvo Julio Verne), por eso es vital no cerrar ninguna puerta hacia el mismo: nunca se sabe por dónde van a ir los tiros. Pero en este caso hay instituciones supranacionales que nos están advirtiendo desde hace años por dónde quieren que estos transcurran.Y están regulando en esa dirección.
¿Queremos seguir contando o preferimos quedarnos esperando en el andén a que la lotería de la historia nos vuelva a situar en el centro de la red económica mundial como en el siglo XI?
Yo, personalmente, quiero que Almería se suba al tren. Y por eso he firmado el manifiesto de CALIFAL.
Debemos exigir el trazado de doble vía y no conformarnos, como casi siempre con la vía única. Eso es vital. Si disponemos de buenos medios de transporte tendremos posibilidades de mejorar los negocios, no debemos pensar que hay que mejorar los negocios para entonces pedir la mejora de las infraestructuras.
ResponderEliminarAmén
ResponderEliminarNo sé por qué me temo que dentro de 10 años seguiremos reclamando un corredor mediterráneo de mercancías realmente viable y que conecte la principal área de actividad económica y de población española con Europa...ah, es que inaugurar AVEs da más votos.
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