El despertar de la Fuerza (un excelente remake)
El domingo fui con mi hijo menor y sus amigos (un conjunto de 5 púberes preadolescentes) a ver la última de La Guerra de las Galaxias. Casi no lo consigo, porque a mi hijo no le hacía mucha gracia eso de ir con su padre. Incluso me tuve que sentar en otra fila… Detalles aparte, antes de esto fui con mi hijo mayor a ver la primera de la segunda trilogía. Y mucho, mucho tiempo antes, fue mi padre el que me acompañó a mí a ver la primera de todas. Por tanto, no exagero demasiado si digo que, para mí, la serie ideada por Lucas es una cosa de familia.
Así que hoy voy a dejar de hablar de economía y lo voy a hacer de cine. De cine de palomitas, de ese cuyo único fin es entretener. Y eso logró J.J. Abrams el pasado domingo. A pesar del calor enorme que hacía en el cine, disfruté como un enano, casi como la primera vez que escuché aquello de “Luke, usa la fuerza”.
Esta es, seguramente, la entrega que más me ha gustado después de las dos primeras. La verdad es que no tenía muchas expectativas, puesto que los episodios I a III me habían decepcionado en general bastante, sobre todo el último, en el que un penoso Anakin se transforma en Darth Vader en un proceso que sobre todo provoca vergüenza ajena. La cosa es que me gustó mucho y, dándole vueltas al tema, creo haber llegado al porqué del asunto. Si lo piensas bien, en realidad, han vuelto a hacer La Guerra de las Galaxias. El despertar de la fuerza es un excelente remake.
La estructura de la historia vuelve a ser muy sencilla. Se trata del típico enfrentamiento entre el bien y el mal. El bien, otra vez, son los Jedi. Por cierto, en esta nueva entrega, la Fuerza vuelve a ser una cosa más de mística y religión, alejándose de los midicrobianos de la segunda trilogía (los episodios I a III). El mal, es obviamente el lado oscuro, encarnado otra vez en dos oscuros personajes. Uno que da las órdenes en la distancia y otro, en nuevo Darth Vader, que es su brazo ejecutor. Otra vez está en juego el futuro de la Galaxia, y otra vez es un androide el que tiene la clave para que la resistencia salga airosa. Hay, como no, un nuevo Luke, aunque en esta ocasión es una chica, Rey. Como en la primera película, ella irá desarrollando sus poderes jedi poco a poco. Incluso, en el colmo del remedo, la historia comienza en un planeta desértico donde Rey sobrevive esperando no sabemos muy bien qué, en plan Lara Croft. Por haber, hay hasta una Estrella de la Muerte de tamaño planeta, capaz de destruir sistemas planetarios completos. Y la resistencia tiene que acabar con ella antes de que su poder mortífero les alcance.
Lo que no queda muy claro es quienes son los nuevos Han Solo y Leia Organa, aunque hay un piloto de la residencia que bien podría ser Solo, quedando el papel de princesa para un exguardia de asalto, que es además el nexo de unión entre el piloto y la Jedi. Ah, y el androide simpático que se mete en líos y desencadena la historia es BB8, el nuevo R2D2.
O sea, me han vuelto a contar prácticamente la misma historia. Pero, como la primera vez que vi La Guerra de las Galaxias, no reparé en los efectos especiales, quede fascinado por el transcurso de la propia historia, me dejé arrastrar por el clima que creaba lo que veía y escuchaba en la pantalla y disfruté. Disfruté mucho. Puede que fuera por la conexión inconsciente con aquel niño que fue con su padre, hace muchos, muchos años, a ver aquella película sobre una guerra en una galaxia muy lejana. Puede que fuera porque sentí que esta es una verdadera continuadora de la saga original y no solo un mero ejercicio de capacidad tecnológica para recrear mundos y seres extraterrestres. Por cierto, hasta en eso se parece esta película a la original, algunos extraterrestres parecen personas disfrazadas.
Así que, si tienes entre 40 y 50 años, no lo pienses y déjate arrastrar de nuevo al cine… Y que la Fuerza te acompañe.
PD; hay otro paralelismo interesante, pero es un espoiler demasiado grande.
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