Trump: Bienvenidos a la era autista

Foto: wikimedia.org
Trump ya es presidente de los Estados Unidos y, para sorpresa de muchos, ha comenzado a gobernar justo tal y como se comportó durante la campaña: en plan chulesco. En menos de una semana ha humillado al gobierno de su vecino del sur, ha roto el acuerdo TPP, se ha meado en la evidencia científica sobre el cambio climático y nos ha convencido a todos de que el gran EEUU, el defensor de la libertad personal y económica, se va a convertir en el adalid del proteccionismo. America first...
En cierta medida, y salvando las enormes distancias, el proceso que ha iniciado el anaranjado inquilino de la Casa Blanca, me recuerda al proceso de autismo al que se sometió la China del siglo XIV después de haber explorado las costas de África con grandes flotas y enormes barcos y de haberse situado a las puertas de la revolución industrial. Entonces el gigante asiático era posiblemente uno de los más ricos del planeta. Apenas doscientos años después, los pequeños barcos de los minúsculos estados europeos comenzaron la conquista comercial y territorial de aquellas latitudes. Y China no pudo pararlas.
Por otro lado su gobierno también me recuerda algo, a la oligarquía político-económica que gobierna en Rusia (¿será por eso que se tienen mutua simpatía Putin y Trump?).
Hace unas semanas en esta misma bitácora digital hablábamos del papel del miedo y la desesperanza como detonantes del ascenso de opciones antisistema o antiglobalización, construidas desde los extremos izquierdo y derecho del espectro político. Sin embargo, no dedicamos especial espacio en intentar describir las consecuencias. Las bravatas de Trump convertidas en política económica pueden tener unas repercusiones realmente brutales sobre la economía mundial. Por un lado, y por desgracia, entra dentro de lo probable que a corto plazo muchas de sus medidas signifiquen más crecimiento económico para los ciudadanos estadounidenses (aunque con unos impuestos menos progresivos ahondará aún más las diferencias de renta internas). Ese crecimiento vendría impulsado por una mayor inversión pública (en cierta medida el muro de Trump es una reencarnación de los kilómetros de losas de nuestro Plan E), también es posible que el encarecimiento de las importaciones haga que surjan oportunidades para las empresas nacionales. Y, al eliminar las barreras medioambientales, estará volviendo a externalizar gran parte de los costes ambientales, que saldrán de los balances de las empresas, aumentando sus beneficios privados. Pero a medio y largo plazo, el pan de hoy puede convertirse en hambre para mañana. Aunque su presidente no quiera reconocerlo, uno de los principales agentes impulsores de la globalización ha sido su país, y también ha sido uno de sus principales benefactores, ya que muchos de los bienes y servicios a los que sus ciudadanos consumen son accesibles precisamente gracias al abaratamiento que ha supuesto la globalización. Y sus empresas de tecnología se han convertido en las mayores del planeta aprovechando también las olas del proceso globalizador.
Trump parece pensar que la economía es un juego de suma cero, como lo creían los mercantilistas hasta hace un par de siglos, pero no parece darse cuenta que una de las cosas que ha dejado meridianamente clara la última crisis es precisamente que la interconexión de las economías nacionales es mayor que en ningún otro momento de la historia -no solo por el intercambio de bienes, sino sobre todo por el nexo de los mercados financieros- y que nadie tiene garantizada la inmunidad ante movimientos en el conjunto de las economías.
Las decisiones unilaterales de EEUU nunca se van a tomar en condiciones ceteris paribus. No están solos en el terreno de juego. Para comenzar, es previsible que el déficit fiscal federal aumente a corto plazo por el aumento del gasto y el recorte de impuestos, aumentando las cifras de deuda. Una deuda que está mayoritariamente en manos asiáticas (China y Japón). ¿Qué ocurriría si no se cubriera la oferta en alguna de las emisiones de deuda que el Tesoro estadounidense hará en los próximos meses? ¿Seguría el dólar siendo moneda refugio en con un Estados Unidos en modo autista?
Por otro lado, es de suponer que los aranceles estadounidenses se encuentren con la respuesta de un rearme arancelario de sus principales socios comerciales. Es posible que no fuera terrible para sus bienes, con un mercado nacional desprovisto de competidores. Pero los efectos sobre sus empresas de servicios podrían ser devastadores. En realidad, las pérdidas se producirían en todas partes.
El momento político que vive Europa, por desgracia, favorece las pretensiones de la nueva administración estadounidense. Menos bloque que nunca y sumida en un mar de contradicciones y disensiones a todos los niveles, la vieja Europa se ve más vieja que nunca. Con toda probabilidad, asistiremos en los próximos meses a un desfile de presidentes continentales que acudirán a Washintong a rendir pleitesía al nuevo César de las barras y estrellas. Esperemos que, por lo menos, seamos capaces de mantener las estructuras que hemos construido entre todos, porque las necesitaremos cuando llegue el reflujo del proceso que ahora se inicia.
Sin embargo, el frente asiático será mucho menos comprensible que el continental. Ya ha resultado llamativo ver al presidente chino convertido en el adalid del libre comercio en Davos, advirtiendo de que nadie sale ganador de una guerra comercial. China precisa mantener un buen ritmo de crecimiento para ampliar su clase media y aún precisa de sus exportaciones para lograrlo. Una amenaza a su cuota de mercado es casi una declaración de guerra y pone en peligro la estabilidad de la economía asiática, con un mercado interior aún a medio desarrollar.
Por supuesto, es más que posible que en el interior de su América, muchas de sus empresas multinacionales (Tabla 1), se rebelen contra estos movimientos, incluso algunos de los principales políticos del lado republicano, hasta hace 4 días defensores a ultranza de la globalización y del libre mercado.

Tabla 1. Ranking de países por número de empresas multinacionales
RangoPaísCompañías
1Bandera de Estados Unidos Estados Unidos128
2Bandera de República Popular China China106
3Bandera de Japón Japón53
4Bandera de Francia Francia32
5Bandera de Reino Unido Reino Unido29
6Bandera de Alemania Alemania28
7Bandera de Corea del Sur Corea del Sur17
8Bandera de Países Bajos Países Bajos15
9Bandera de Suiza Suiza14
10Bandera de Canadá Canadá11
Fuente: Wikipedia

La clave es el corto plazo. Si le sale bien la jugada, es muy posible que logre desmovilizar a los enemigos internos, o acallarlos. Si le sale mal, lo veremos enfrentado a sus propias huestes en la Cámara de Representantes y en el Senado, con la mayor parte de sus iniciativas paralizadas y abocado a perder la reelección o, peor (mejor, según se mire), enfrentado a un proceso de revocación con más apoyos que el de Clinton. Pero, si logra ganarse el aplauso del público, la situación podría tensarse mucho más en el frente exterior. La posibilidad de una guerra comercial sería grande y nos veríamos envueltos en el mejor de los casos en una nueva guerra fría, con parte de Asia y África del lado chino, con Rusia (mientras dure Putin) alineada con Estados Unidos y la mayor parte de Europa debatiéndose entre la querencia por el antiguo socio y el desprecio de una novia abandonada.

Confiemos en que los frenos internos funcionen.  Porque como esto no lo paren los propios estadounidenses, todo el mundo acabará en una situación mucho peor que la actual. Confiemos también en que los ciegos poderes que conducen la globalización entiendan que las tensiones que esta provoca pueden alumbrar monstruos mucho más peligrosos que un grupo de muyahidines, y que merece la pena invertir parte de los beneficios en bienestar social...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cambio de modelo, sí o sí

¿RSS-lo-cualo?

Mi planta de naranja lima, de José Mauro de Vasconcelos