Andalucía, ¿y si de una vez por todas apostamos por la educación básica?
Cada vez que salen los resultados del informe PISA, realizado con la metodología de la OCDE, constatamos que los estudiantes andaluces se sitúan sistemáticamente por debajo de las medias nacional y del conjunto de la OCDE (los países más desarrollados del mundo).
Normalmente la respuesta de nuestra administración es ofrecer una serie de excusas relacionadas con la metodología del trabajo o incluso aludiendo a cuestiones tan peregrinas como los intervalos de error. Lo cierto es que nuestros resultados no son buenos, solo mejoraron en 2012, cuando no todas las Comunidades Autónomas participaron en la muestra, reajustándose de nuevo a los niveles anteriores en 2015. Si se mira el gráfico que adjunto, se puede comprobar que la brecha con la media nacional se ha ampliado (cuanto menor es la barra, mayor es la brecha) en la última oleada con respecto al año 2006. Solo hemos mejorado (y muy poco) en las matemáticas.
Mientras que esto sucede, hemos aprobado una política de subvención de las tasas universitarias muy agresiva, y que para los padres que tenemos hijos en edad universitaria es una bendición. El problema es que si el nivel de base de nuestros alumnos de los cursos de enseñanza obligatoria es mediocre, lo más probable es que nuestros egresados universitarios también lo sean. Así que dedicar recursos a abaratar la enseñanza superior puede que no sea la mejor de las opciones. Uno de los principales motores del crecimiento del PIB es la productividad del trabajo y esta se relaciona directamente con los niveles formativos de la población. Y el nivel formativo no está relacionado exclusivamente con los niveles académicos alcanzados. A largo plazo, que el conjunto de la población tenga una mejor educación básica probablemente será más rentable para la sociedad que el que a un pequeño porcentaje de la misma le salga más barata la educación universitaria.
El verdadero reto es lograr que nuestros niños tengan una mayor comprensión lectora (lo que facilitará su formación posterior y una mejor comprensión de los fenómenos complejos), que aumenten sus niveles medios en matemáticas y ciencias, porque la nuestra es una sociedad claramente científica y matemática. Si lo logramos, tendremos ciudadanos más responsables, universitarios mejor preparados y una sociedad más flexible y competitiva.
Así que, ¿por qué no nos metemos a fondo con la educación básica y nos dejamos de zarandajas tecnológicas o universitarias?
Normalmente la respuesta de nuestra administración es ofrecer una serie de excusas relacionadas con la metodología del trabajo o incluso aludiendo a cuestiones tan peregrinas como los intervalos de error. Lo cierto es que nuestros resultados no son buenos, solo mejoraron en 2012, cuando no todas las Comunidades Autónomas participaron en la muestra, reajustándose de nuevo a los niveles anteriores en 2015. Si se mira el gráfico que adjunto, se puede comprobar que la brecha con la media nacional se ha ampliado (cuanto menor es la barra, mayor es la brecha) en la última oleada con respecto al año 2006. Solo hemos mejorado (y muy poco) en las matemáticas.
Mientras que esto sucede, hemos aprobado una política de subvención de las tasas universitarias muy agresiva, y que para los padres que tenemos hijos en edad universitaria es una bendición. El problema es que si el nivel de base de nuestros alumnos de los cursos de enseñanza obligatoria es mediocre, lo más probable es que nuestros egresados universitarios también lo sean. Así que dedicar recursos a abaratar la enseñanza superior puede que no sea la mejor de las opciones. Uno de los principales motores del crecimiento del PIB es la productividad del trabajo y esta se relaciona directamente con los niveles formativos de la población. Y el nivel formativo no está relacionado exclusivamente con los niveles académicos alcanzados. A largo plazo, que el conjunto de la población tenga una mejor educación básica probablemente será más rentable para la sociedad que el que a un pequeño porcentaje de la misma le salga más barata la educación universitaria.
El verdadero reto es lograr que nuestros niños tengan una mayor comprensión lectora (lo que facilitará su formación posterior y una mejor comprensión de los fenómenos complejos), que aumenten sus niveles medios en matemáticas y ciencias, porque la nuestra es una sociedad claramente científica y matemática. Si lo logramos, tendremos ciudadanos más responsables, universitarios mejor preparados y una sociedad más flexible y competitiva.
Así que, ¿por qué no nos metemos a fondo con la educación básica y nos dejamos de zarandajas tecnológicas o universitarias?
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