¿Por qué la inversión en tecnología agroalimentaria va a seguir siendo una de las principales tendencias en el futuro inmediato?

En los últimos años no ha dejado de crecer la inversión en empresas de gran potencial de crecimiento (startups) en el ámbito agroalimentario, un sector que se ha venido a denominar como agtech. Esta es una tendencia que, lejos de aflojar, está destinada a permanecer con nosotros por un largo período de tiempo.

Las razones de este comportamiento son variadas, aunque en en fondo hay tres motores principales:
  • La necesidad de ser más sostenibles
  • la presión de una población mundial que aún no ha completado la transición demográfica y, 
  • la búsqueda de la rentabilidad de las explotaciones


Sostenibles por necesidad

No sólo la agricultura y ganadería, sino todo el sistema productivo actual está embarcado en un cambio que es estratégico pero, sobre todo, necesario. La emergencia climática llama a nuestra puerta y ya no podemos seguir disimulando como si los grandes aldabonazos que se escuchan en el portón fueran en realidad los de la casa de al lado. (Por cierto, tampoco hay de momento casa de al lado). El sector primario, además, es una de las principales fuentes emisoras de CO2, pero tiene el potencial de ser también uno de los principales sumideros de este gas de efecto invernadero (sobre todo en lo que se refiere a la silvicultura). 

Evolución de las emisiones de gases de efecto invernadero españolas por sectores
Fuente: MITECO


En su camino hacia la sostenibilidad, la reducción de los insumos y el aprovechamiento máximo de energía, agua y fertilizantes, disminuyendo al máximo lixiviados y filtraciones, es un objetivo irrenunciable. Los consumidores son cada vez más conscientes de este tipo de cuestiones y exigen productos mucho más responsables con el medioambiente.

En este proceso de mejora de la gestión de los insumos, las tecnologías están aportando grandes soluciones, desde la propia medición de los flujos, hasta la respuesta de las plantas (o animales). Y desde la medición del estado vegetativo del cultivo hasta la administración de soluciones a nivel de planta individual (análogamente se está actuando en ganadería).

Además, la necesaria adaptación al cambio climático de las especies que actualmente cultivamos o cuidamos, tendrá necesariamente que jugar un rol protagonista en la inversión agraria de los próximos años. Y en esta batalla, la edición genética con métodos como el CRIPR serán algunos de los principales aliados.


Un mundo que sigue creciendo

A pesar de que el crecimiento demográfico del planeta se ha contenido y se seguirá conteniendo en un futuro, aún hay zonas que mantienen elevadas tasas de natalidad y que contribuirán a que la humanidad siga elevando su cuota de participación en la biomasa total del planeta. Para el conjunto del mundo la ONU estima que alcanzaremos los 9.700 millones de personas en 2050, con África subsahariana doblando sus niveles de población actuales. Esto implica que la demanda de alimentos va a seguir creciendo, y que la presión sobre la tierra y el agua va a elevarse aún más. Si no queremos colapsar, habrá que lograr actuar en dos vertientes complementarias: el aumento de la producción de alimentos y la reducción del desperdicio alimentario a lo largo de toda la cadena de suministro.

Para el conjunto del mundo la ONU estima que alcanzaremos los 9.700 millones de personas en 2050

De nuevo aquí la tecnología tendrá un papel muy relevante que jugar y, de nuevo también, el aprovechamiento al máximo de los recursos será primordial, incentivando la innovación en el sector.



La rentabilidad de las explotaciones

Otro de los impulsores de la tendencia a largo plazo será la búsqueda de la rentabilidad de las explotaciones. A pesar de una demanda de alimentos creciente a largo plazo, no se produce un aumento de los precios de los alimentos significativo y sostenido en el tiempo (no al menos en términos reales). La estructura de la cadena de suministro, muy concentrada en los eslabones finales, una competencia creciente en los mercados internacionales y la propia mejora de los procesos de producción –piénsese, por ejemplo en el olivar superintensivo y las repercusiones que su extensión están teniendo sobre la rentabilidad de las explotaciones más tradicionales– actúan como tope de los ingresos. 

Índice de precios de los alimentos de la FAO
Fuente: FAO
 

Por el lado de los costes, estos tienden a incrementarse a largo plazo (los saltos en la productividad alivian temporalmente la situación a corto plazo), lo que implica un estrangulamiento secular de los márgenes, y la necesidad constante de encontrar nuevas fórmulas de recorte.

Aquí se actúa a tres niveles: mejora de la productividad (que reduce los costes unitarios pero también contribuye a la contención de los precios), el ahorro en el uso de insumos (que, además, influye positivamente en la sostenibilidad) y la búsqueda de economías de escala (que provoca un aumento de la dimensión media de las explotaciones).

A estas circunstancias se le añaden dos particularmente intensas en Europa y España, el aumento de los costes laborales en el campo (lo que es una buena noticia para los trabajadores) y el envejecimiento acelerado, sobre todo en las zonas rurales que es donde se produce la mayor parte de los alimentos frescos. Es decir, un claro incentivo para continuar la conversión de trabajo en capital y añadir nuevas capas de mecanización, robotización o inteligencia artificial a las explotaciones. O sea, más inversión en bienes de capital y en software.


One more thing…

Pero hay una cuarta vía, algo menos directa e intuitiva, pero igual de relevante. La búsqueda de la sostenibilidad (entendida como objetivo de todo el sistema económico y como exigencia creciente de la sociedad) y el aumento de la demanda de alimentos probablemente nos terminen enfrentando a la disyuntiva del modelo de alimentación actual.

Sin llegar al extremo de eliminar los productos ganaderos de nuestra alimentación, posiblemente el mix futuro de alimentos que formen parte de la dieta de los humanos reducirá la ingesta de carne. La búsqueda de sustitutivos (de origen vegetal o cultivado) seguirá generando el interés de emprendedores e inversores.

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