Algunos aspectos relacionados con la rentabilizad de la agricultura almeriense (1)

Hace poco más de un mes Cajamar presentaba su ya tradicional Análisis de la campaña hortofrutícola almeriense –la 22 edición si no me fallan los cálculos–. A pesar de los otros muchos informes que se realizan sobre la campaña hortofrutícola almeriense, el de la cooperativa de crédito tiene la particularidad de mostrar una visión global (ingresos, gastos, incidencias, entorno económico, etc.) y homogénea a lo largo de los años. 

Obviamente, también tiene inconvenientes. El cálculo de los costes, por ejemplo, se ha tenido que ir adaptando a las transformaciones en los manejos y las tecnologías del campo y ha debido ir adoptando diferentes enfoques metodológicos. En el trabajo de Cajamar, estos costes se calculan de manera indirecta y se referencian a la hectárea invernada promedio, por lo que no son fácilmente comparables con los ingresos –estimados directamente– y resumen una gran cantidad de realidades dispares: diversidad de estructuras, de manejos, de combinaciones de cultivo y un largo etcétera.

En una serie de dos artículos (al menos a priori) voy a detenerme en algunas de las cuestiones que este año me han llamado más la atención este año. Primero hablaremos de la evolución en la pasada campaña de ingresos y gastos y de cuál ha sido la vía utilizada para incrementar la producción en los últimos años y sus implicaciones para el futuro.

En la segunda entrega intentaré resolver una duda que me surgió hace tres semanas, a propósito de una charla que ofrecí para una consultora tecnológica y que me hizo reflexionar sobre uno de los pilares del modelo conceptual sobre el que se construye el relato económico de la agricultura almeriense.

Salvados por la campana


Al inicio de la campaña las cosas pintaban francamente mal. Los costes de la mayor parte de las materias primas agrarias venían subiendo de forma exponencial desde el verano anterior y aquel otoño la escalada fue mucho más intensa. La energía comenzaba por entonces su implacable alza, vinculada con las presiones rusas sobre la Unión Europea. Finalmente, la invasión de Ucrania implicó un recrudecimiento de la situación, disparando aún más los costes de todas las materias primas, principalmente de los fertilizantes y de la energía. El resultado final de esta presión constante de los costes ha sido un aumento de los gastos corrientes por hectárea invernada del 14,5 % en la última campaña, que se suma a los incrementos del 2,9 % y 4,1 % de los dos años anteriores. Unos crecimientos muy difíciles de sostener por el lado de los ingresos. Han tenido que producirse una sucesión de hechos sorpresivos en cascada para que finalmente los ingresos acabaran aumentando un 18,7 % y generando, por tanto, un mayor margen comercial durante el ejercicio.

Los sucesos que han generado esta situación son varios y tienen, por tanto, diferentes razones. La primera ha sido un recorte de la producción almeriense, muy afectada en momentos importantes por inclemencias meteorológicas de diversa índole, siendo la más importante la prolongada calima que se vivió durante algunas semanas. La segunda es la reducción de las producciones marroquíes, muy afectadas por una intensa sequía y, finalmente, están las consecuencias de la invasión de Ucrania sobre las producciones de centro y norte de Europa, muy dependientes de los aportes de energía externos y que, con los precios alcanzados por el gas natural, quedaron fuera de juego en la parte final de la campaña. Es decir, la mejora de los precios vino impulsada por un fuerte recorte de la oferta.

La cuestión es si en otras condiciones coyunturales, la producción almeriense hubiera sido capaz de salir bien parada. Por ejemplo, con un Marruecos haciendo uso de todo su potencial o con las producciones del resto de Europa obteniendo energía de fuentes alternativas y más baratas. Posiblemente no. Pero, ¿estamos seguros?

Encendiendo las luces largas


Uno de los gráficos en los que más me fijo siempre es en el de la evolución a largo plazo de las componentes de la cantidad producida; esto es, la superficie y la productividad física. La producción es el resultado del producto de ambas. Pero, antes de presentarlo, comentaremos que la única forma de que un sector o una empresa sobreviva a largo plazo es que sus márgenes se mantengan o se amplíen a lo largo del tiempo. Es decir, que la distancia entre costes e ingresos sea favorable a estos últimos de forma consistente a lo largo del tiempo.

Por otro lado, los aumentos de producción, si no van acompañados de un crecimiento del mercado –nuevos consumidores o los mismos consumidores incrementando el uso del producto–, terminan indefectiblemente repercutiendo en menores precios por efecto de la sobreoferta. Y en Almería la producción se ha incrementado un 53 % desde el arranque del presente siglo… También es cierto que una mayor producción suele implicar un menor coste unitario, por lo que el margen podría mantenerse o, incluso aumentarse, aunque los precios estuvieran cayendo.

Fuente: Cajamar


Pero, tal y como se comprueba en el gráfico, en Almería, durante los últimos diez años, el crecimiento de la producción se explica básicamente por el aumento de la superficie, ya que los rendimientos están bastante estancados. Es decir, no ha habido mucho recorrido para reducir los costes unitarios.

Además, a largo plazo, esto puede convertirse en un serio problema, ya que la mejora de la productividad está ligada con el uso de una menor cantidad de recursos naturales en el proceso de cultivo, por lo que estariamos mermando la sostenibilidad ambiental del modelo. 

Durante los últimos diez años, el crecimiento de la producción se explica básicamente por el aumento de la superficie, ya que los rendimientos están estancados

La innovación como motor


Por otra parte, el mecanismo principal del aumento de la productividad física es la incorporación de innovación en los cultivos y en los procedimientos. ¿Significa esto que el proceso de incorporación de innovación se ha detenido? No lo parece, al menos por lo que se refiere a la rápida difusión en nuestro campo de los sistemas de sensorización. Puede que estos sistemas precisen un tiempo de maduración y aprendizaje antes de producir sus efectos o puede que, en realidad, las innovaciones ahora se concentren en reducir el uso de inputs en las explotaciones, es decir incidiendo directamente en los costes unitarios.

En cualquier caso, aquí tenemos uno de los principales caballos de batalla sobre los que trabajar en los próximos años. Un sector con la productividad estancada es un sector que está llamando a los problemas de competitividad a su puerta… Y, si entran en la casa, pueden provocar un gran estropicio.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Cambio de modelo, sí o sí

¿RSS-lo-cualo?

Mi planta de naranja lima, de José Mauro de Vasconcelos