Donald Trump y el Scattergories

Llevo dándole vueltas en la cabeza a este artículo un par de semanas. La idea era plantear qué podemos esperar de alguien como Donald Trump una vez que ha comenzado a gobernar de nuevo en Estados Unidos. Al principio pensaba que la mejor manera de definirlo era asignándole la etiqueta de neomercantilista. Alguien que no termina de comprender que la tarta de la riqueza, si se reparte entre varios comensales a través del comercio internacional, puede llegar a crecer. Su visión parece corresponderse más con una concepción del comercio y de las relaciones internacionales como un juego de suma cero, en la que lo que uno gana es lo que los demás pierden.

A esta definición básica le sumaba su facilidad para leer el escenario y dar espectáculo y su absoluto desprecio (indiferencia más bien) por la verdad: solo así se puede entender que siga manteniendo impávido que le robaron las elecciones de hace 4 años cuando las únicas pruebas de intento de modificar los resultados son precisamente las que existen en su contra.

Ciertamente, era un planteamiento que me servía pero que no me convencía.

El Scattergories es mío y me lo llevo

En eso estaba cuando la semana pasada lo vi en la intervención que realizó por videoconferencia en el Foro de Davos. De inmediato, se me vinieron a la mente dos imágenes. Primero, la de un niño malcriado que está acostumbrado a salirse siempre con la suya, aunque para ello tenga que mentir y hacer trampas. Y la segunda, la del anuncio del Scattergories de los años 90 en la que un hombre indignado se llevaba el juego y obligaba a los demás a aceptar “barco” como animal acuático y “pulpo” como animal de compañía. Creo que esa es la mejor definición de Trump. Él piensa que tiene el tablero del juego al que todo el mundo quiere jugar, así que impondrá sus condiciones para prestar el tablero y, si es posible, hasta cambiará las propias reglas del juego.


Es una gran metáfora para explicar su comportamiento (y que se suma a todo lo anterior). Una metáfora que funciona dentro y fuera del país. Dentro, una gran mayoría de votantes ha aceptado el mantra MAGA (Make America Great Again), cuando objetivamente ya es el país más poderoso y rico de la Tierra. También ha convencido a los votantes de que sus problemas económicos provienen de una inmigración que les roba los puestos de trabajo, pero la tasa de paro en Estados Unidos fue del 4,1 % en diciembre, una tasa que ya la quisiéramos en España. Admitámoslo, su campo de deformación de la realidad es mucho más potente que el del legendario Steve Jobs.

 

Fuente: US Labour Bureau.

Y es una estrategia que también puede darle buenos resultados en el ámbito internacional, al menos a corto plazo. Por ejemplo, con Colombia le ha funcionado. El presidente colombiano, Gustavo Petro, se negó a aceptar un vuelo con inmigrantes expulsados y repatriados. Pero Trump amenazó con aranceles del 25 %. Y, aunque Petro amagó con mantenerle el pulso, finalmente se plegó a recibir a los migrantes. Uno a cero para Trump.

Los aranceles hubieran creado un terrible problema a la pequeña economía colombiana que depende en gran medida de sus exportaciones al gigante del norte, tanto de las legales como de las ilegales; si bien, estas últimas, no pagan aranceles ni impuestos de ningún tipo.

Es evidente que con países pequeños la estrategia tiene más visos de funcionar.

Divide y vencerás

Con Europa, si quiere tener alguna oportunidad, hará lo mismo que intenta Putin: dividirnos y luego obligarnos a negociar de uno en uno. Por desgracia, la situación en el seno de la UE es propicia, ya que la atonía económica y la crisis política en los países centrales favorece comportamientos “a la desesperada”, tanto por parte de los votantes como de los políticos electos. Pero si algo nos ha enseñado el brexit es que fuera de la Unión hace mucho más frío que dentro. Si seguimos unidos y confiamos en nuestras capacidades, podremos enfrnentarnos a las presiones de Estados Unidos mucho mejor que haciendo “la guerra” cada uno por nuestro lado.

Ahora bien, el problema de fondo con la estrategia de Trump es que este ya no es el mundo de los años 90, en el que el gran contrapoder de Estados Unidos había colapsado y, literalmente, desaparecido. La falacia del fin de la historia ya nos queda lejos. En este mundo existen jugadores que tienen tableros de juegos parecidos al Scattergories, o incluso de juegos distintos. Es el caso de China, que podría cubrir los huecos que vaya dejando vacios el repliegue estadounidense, y que podría ofrecer al resto de países incluso un tablero de juego diferente, pero igualmente atractivo. También podría serlo de la India. Incluso está la Unión Europea, que, presionada por su antiguo socio, podría plantearse un nuevo papel en el mundo, un papel ya no el del subordinado, sino el de un líder que ofrece al resto de países una relación equilibrada, basada en reglas (que aportan certidumbre) y de naturaleza multilateral.

Es posible que, si jugamos bien nuestras bazas, no tengamos que aceptarle a Trump el pulpo como animal de compañía.

Fuente: Datacomex.


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